Mi loba


Había sido una noche fría de invierno cuando vi aparecer a lo lejos aquella estrella fugaz.

No fui consciente de mi deseo hasta que ya era demasiado tarde

Desde muy pequeña el bosque había sido mi vida. En cuanto salía de clase, me internaba en él y pasaba horas y horas entre aquellos olores tan queridos, entre los tactos de la rugosa madera y el viscoso musgo… el bosque era todo lo que me importaba realmente

Y un día, los lobos también lo fueron

Fue una casualidad que encontrara la cueva que era su hogar, pero no fueron coincidencias que cada semana, yo apareciera allí con carne para darles, y que, poco a poco, pasara más tiempo con ellos que recorriendo mi bosque

No me di cuenta en qué día, dejé de ser una extraña a formar parte de su manada

Para ellos, yo también era un lobo

Para mí, ellos eran también mi familia

Aún ahora, soy incapaz de describir la sensación de sentirse parte de algo tan grande y especial

Llegar a casa ya casi de noche, y al sentarte al escritorio para hacer tus deberes, en un descuido frotar la manga del jersey contra tu nariz, y notar que toda tú hueles a ese olor tan almizcleño, un olor a leña, a tierra y barro… hueles a lobo, y sonríes como una tonta y te encoges de hombros cuando tu madre te pregunta que porqué estás tan feliz

Aquello era completamente mágico y perfecto

No necesitaba nada más

Pero al cabo de un tiempo, lo necesité

Era una de las jóvenes, pero su rango dentro de la manada era elevado

Cazadora innata, su determinación y fuerza eran incuestionables

Su pelaje rojizo era suave y liso; y sus ojos, cambiantes de color a la mínima, desde el gris hielo hasta el ámbar, pasando por el azul y el verde, el marrón y el negro…

Nunca pensé que se volvería tan imprescindible para mí

No pasaba ni un día en que no estuviera a mi lado, era capaz de alejarme de la manada con tal de estar a solas acariciando su cálido cuerpo sin pensar en nada más

Pero un año, el otoño comenzó a desaparecer casi sin que nos diéramos cuenta, y el invierno llegó furioso, como jamás lo había visto

Las temperaturas bajaron tanto, que casi el hecho de respirar te hacía daño en la nariz

La nieve cubrió cada centímetro de espacio que se cruzó en su camino, a veces, su espesor era tal, que la gente no podía ir a trabajar

Y por supuesto, yo no podía ir al bosque

No podía estar con ella

Conforme el invierno iba avanzando, todo empeoraba

Hubo gente en el pueblo que incluso se marcharon a la ciudad para pasar esta temporada tan devastadora lejos de aquí

Cada noche que escuchaba sus aullidos a la luna, pegada la frente al cristal de mi cuarto, sentía que me habían arrebatado de mi verdadero hogar. Necesitaba estar con ellos, volver a percibir ese olor impregnado en cada partícula de mi piel

La necesitaba

Y maldita la hora en que vi aparecer esa estrella fugaz

“Quiero que mi loba pase junto a mí el frío”

Ese fue mi deseo

Cerré los ojos pensando que si ella lo hubiera escuchado, de haber podido, se hubiera reído. Qué idea más loca, enamorarme de un lobo

Me marché a la cama con una mezcla de nostalgia, tristeza y alegría en el pecho

Jamás pensé que podría cumplirse

No me costó nada reconocerla cuando a la mañana siguiente llamaron a la puerta y la abrí aún medio dormida

Su piel pálida, su fuerte complexión física, sus labios carnosos, su lacio cabello rojizo, sus ojos en aquel momento verdes, y su olor… olía a la manada

Hubiera sido imposible no reconocerla

Por supuesto, ella no dudó ni un segundo al verme

Era tan imposible, aquello no podía ser real…

Pero su piel, tan caliente como siempre, solo podía ser de ella

Y el tiempo pasó sin que nos diéramos cuenta

Una amiga que conocí por Internet que va a pasar unos meses en el pueblo, fue la versión oficial que todo el mundo, incluso mis padres, creyeron confiados

Aquella jovencita tan especial no podía ser nadie peligroso

De un momento a otro, su presencia se volvió aún más imprescindible que cuando era un lobo

Cada segundo se ralentizaba en mi mente, volviéndose nuestro tiempo juntas cada vez mayor

Nunca me había importado dormir sola, pero desde que la tenía, el mero hecho de pensarlo me daba miedo

¿Cómo podría dormir separada de su calor? ¿Cómo conciliaría el sueño sin que su olor empapara mis fosas nasales? ¿Cómo?

Las acciones más cotidianas se volvieron imposibles de realizar si ella no estaba a mi lado

Su voz, su respiración, los latidos de su corazón, eran sonidos que poco a poco se volvieron tan habituales como el tic tac del reloj de la cocina

Pero hubo algo de lo que jamás pensé que me volvería adicta

Sus besos

Cada vez que se humedecía sus labios, yo perdía la cabeza. Solo el verlos, ya me hacía sentir en mi mente el roce de aquella porción de carne que se había convertido en una verdadera droga para mí

Por primera vez, dudé de la veracidad de las palabras

¿De verdad “placer” y “deseo” abarcaban todo el significado de esos dos sentimientos?

Nunca pensé que mi cuerpo se pudiera contorsionar tanto, que sentiría el roce de una gota de sudor bajar entre mis pechos sin producirme desagrado alguno, que toda mi espalda recibiera una descarga eléctrica sin estar cerca de la muerte, y que ahogar un grito fuera tan complicado

Supongo que desde que la vi por primera vez supe que me acabaría pasando. Pero ella era un animal y yo no… ahora ese inconveniente ya no existía y me dejé llevar ciegamente.

La quería

Lo que sentía en mi pecho a cada roce de su piel, no era otra cosa, si no amor

¿Se puede enamorar uno tan rápido de alguien?

Me daban igual las consecuencias de ninguno de nuestros actos, solo quería estar con ella. Para mí, todo lo demás carecía de importancia

Entonces, cuando las nieves se derritieron, el frío comenzaba a irse y ambas pudimos salir cogidas de la mano a pasear por el bosque… me di cuenta del error de mi deseo

Ella volvería a ser un lobo

Hicimos todo lo posible para retrasar aquel momento

Mi habitación se transformó en una burda imitación de Alaska, pero por muchos ventiladores que pusiéramos, el calor cumpliría su inevitable misión

Además, ella debía ser libre

Su tortura era tan palpable en el aire… ¿Cómo podía hacerla elegir entre su naturaleza y yo? Aquello era una crueldad

Pero la amaba… la quiero demasiado… y por esa misma razón la dejé ir

Entonces se acurrucó en mi pecho, y mientras ambas llorábamos en silencio, deseando no dañar más a la otra, poco a poco el cambio se fue llevando a cabo

Jamás pensé que podía dolerme tanto acariciar el suave pelaje que le recorría el cuerpo

“Realmente no se ha ido para siempre, sigue aquí” me repetía una y otra vez

Aquello no era del todo cierto

Volvería a ver a la manada y ella estaría allí, esperándome como siempre

Podríamos volver a correr juntas por el bosque, y pasarnos horas tiradas dentro de la cueva disfrutando de nuestra mutua compañía, jugar toda la tarde junto a las nuevas crías, abrazarnos y notar el olor de su última caza, e incluso, alguna vez, podríamos dormir juntas bajo el cielo estrellado de una noche de verano

Pero… ¿y las risas contenidas a mitad de la noche?

¿Y los paseos por el pueblo mientras íbamos cogidas de la mano?

¿Y las mañanas perdidas hablando sobre tonterías?

¿Y los largos baños compartidos?

¿Y los besos, las caricias, los susurros, los gemidos contenidos?

¿Dónde iban a quedar?

Cada vez que la luna hace su aparición en el nocturno cielo, y las estrellas comienzan a poblar la bóveda celeste, justo en el momento en el que la manada al completo entona su triste canción a la diosa Selene, rezo en mi interior para que aparezca una nueva estrella fugaz y poder volverle a pedir un deseo

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