Rastros de un pasado

Me giré y los primeros rayos del sol me dieron en el rostro.

Apreté los parpados intentando que la luminosidad no me despertase, pero ya era demasiado tarde.

Parpadeé un poco antes de abrir los ojos finalmente y maldecir en mi interior el haber sido despertado tan temprano.

Las luces aún eran claras y muy anaranjadas, no debía de hacer ni una hora desde que había comenzado un nuevo día.

Llega la luz del día […] con la sobria certeza del despertar.

Me incorporé bostezando, dejando que mi mirada se pasease por esas paredes blancas teñidas de cítrico, con las sombras, provocadas por las contraventanas a medio cerrar, bailando por toda la estancia.

Me estiré cual gato y rodé mi cuello para hacerlo sonar. El mismo ritual todas las mañanas, a pesar de todo lo ocurrido, hay cosas que nunca cambian.

Volteé la cabeza y la miré dormir.

Sus cabellos se encontraban esparcidos por la almohada, y un tirante del camisón había resbalado por su hombro durante la noche. La respiración hacía que su pecho ascendiera y bajara con tranquilidad, mientras que el dedo índice descansaba cerca de su boca.

[…] y allí, en la comisura derecha, se encontraba el beso escondido, oculto entre sus carnosos labios […]

Nunca esperé sobrevivir.

Fui decidido a morir, a morir por lo que creía, por lo que soñaba, a morir y dejar este mundo al que no quería regresar. No esperaba nada más de la vida, ya no tenía esperanza, solo quería ver cumplida una utopía, una ilusión que nacería tras haber realizado mi máximo sacrificio.

Jamás creí que volvería a verla, y menos en esas circunstancias.

Cuando Sirius rompió su compromiso, dejó de visitarnos. Hacía años que no sabía de ella, podría haber muerto que no me habría enterado.

Pero Kreacher tenía razón. No podía haber avisado a nadie más.

Por ti, porque un día llegaras […] Porque esperaba, con magnificencias casi inagotables […] responder a tu gran mirada […]

Por mucho que le hubiera avisado, él no se habría presentado. Hacía mucho tiempo que él me había abandonado.

No negaré que mientras remaba hacia mi fatal destino, notaba como el terror se iba extendiendo por mis venas cual veneno mortal. Y aún así, el abrir los ojos y comprobar que aún vivía, me dio aún más pavor.

Ella me acunaba entre sus brazos, acariciando con vehemencia mis oscuros cabellos, dejando que las lágrimas cayesen libremente por sus mejillas mojando mi humedecida cara.

Solo murmuraba agradecimientos hacia un Dios en el que ninguno creía.

Cerré los ojos y no volví a recobrar la consciencia hasta días más tarde.

¿Sueños? Yo conozco sus rostros, en apariencia agradables, vaporosos […] He tenido sueños antes, y esto no es soñar.

Ella ya no estaba, y siguió sin estar durante varios meses.

Me encontraba solo, en una casa perdida en medio de la nada, sin nadie al que poder acudir.

Los días se me hacían interminables, agotadores, vacíos. Las noches eran peores.

Mis fantasmas escapaban de mis recuerdos e inundaban todo. Se escondían tras las puertas, encogidos bajo las mesas, riendo contra las paredes, golpeando las puertas.

Reconocía a cada uno de ellos, decía sus nombres en silencio, demasiado asustado como para alzar la voz.

Bellatrix, Rodolphus, Lucius, Barty, Alecto, Amycus, Selwyn, Walburga… Sirius.

Lloraba hasta que mis ojos me escocían, gritaba hasta que mi garganta sangraba, vivir se había convertido en mi mayor tormento.

Tiene mi corazón un llanto de princesa, olvidada en el fondo de un castillo desierto […], como barcas perdidas que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.

No soy capaz de discernir en mi mente en que momento volví a encontrarme entre sus brazos, siendo consolado una vez más.

Miento.

Consolándonos el uno al otro y el otro al uno. Ambos presentábamos heridas sangrantes en nuestros corazones a punto de partirse.

Nadie escuchó nuestros llantos desgarradores, ni quiso siquiera. Para el mundo habíamos muerto. Nuestros cuerpos yacían bajo una mar maldita o al fondo de una mazmorra de piedra. Ya solo éramos meros recuerdos en un puñado de personas, que apostaba lo que fuera, nos olvidarían en poco.

Y el tiempo pasó despacio, como si nos encontrásemos en un espacio onírico imposible de describir.

Mis espaldas se ensancharon, y mi cuerpo creció. Mi voz era grave y adquirió un leve deje ronco que hacía que esa suavidad que la caracterizada quedara rota. Mi mentón se llenó de pelo suave que ocultaba esos rasgos infantiles que parecían no marcharse nunca.

Enterramos el pasado en ataúdes de oro y joyas, rodeado de espinos de rosa, y cubierto por un velo que prometimos no volver a levantar, salvándolo de nuevas guerras y batallas innecesarias.

Ya no necesitábamos recuerdos. Solo era importante la nueva vida que se extendía ante nuestros ojos, adquiriendo día a día un nuevo brillo que ninguno de los dos había imaginado.

[…] y a veces por las noches, abrimos el cajón y contemplamos esos sueños y deseos olvidados. Pero cada vez son más grandes y cuesta más cerrar el cajón. Pero él lo hace antes de que despunte el alba.

Encogí las rodillas y apoyé la barbilla en ellas mientras observaba ensimismado el cuarto al amanecer. Deleitándome con esa tranquilidad de la que solo se podía conseguir a primeras horas de la mañana.

- Regulus…

Me giré para mirar sus ojos aún a media asta, dedicándole una sonrisa serena ante su rostro adormilado:

- Deneb.- susurré su nombre arrancándole una sonrisa ladina.

- Buenos días

- Buenos días, princesa

Apoyé un codo en el colchón y me incliné sobre ella para depositar mis labios sobre los suyos, notando la calidez de su aliento sobre mi rostro conforme me iba acercando.

[…] dándole un dulce y tierno dedal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario