Porcelana

Hace dos semanas que no he pasado por casa.

Ni les cojo las llamadas ni se las devuelvo.

No quiero saber nada, absolutamente nada, de lo que suceda más allá de este edificio.

Y menos de él.

En estas dos semanas he pensado tantísimas veces en matarle, que me he dado miedo.

Pero fue él quien provocó la explosión, fue él quien planeó volar todo lo que había bajo tierra, fue él quien ha hecho que el amor de mi vida esté en una cama inconsciente desde entonces.

Me giro y compruebo que el gotero sigue lleno. No puedo permitir que despierte hasta que todo este listo.

Si se viera en este estado, no lo soportaría, estoy seguro de ello.

Camino hasta la cámara frigorífica y saco una nueva tira. Esta se parece tantísimo a su color que casi me río de puro alivio.

No pierdo tiempo, y tras colocarla sobre su omóplato comienzo a aplicarle el compuesto químico que funde este sucedáneo con su carne.

El proceso el lento, y hasta una hora más tarde no puedo pensar en otra cosa.

Ni siquiera me tomo la molesta de mirar la hora que es. No es que tenga otras cosas que hacer, pero mi estómago comienza a quejarse.

Aunque no es algo que me importe demasiado.

Las horas pasan una tras otra, y medianoche me sorprende.

Tomo aire y salgo de la habitación, encontrándome de frente con mi futuro suegro.

Sus ojeras están aún más pronunciadas que las mías, y esa palidez que tanto le característica es incluso preocupante:

- Phineas ha vuelto a llamar.- me comunica.

Yo solo sigo mirándole sin inmutarme. No voy a llamar a mi hermano, y Heinz lo sabe.

- ¿Cómo lo llevas?

- Solo me queda colocarle el cuello y todo estará listo.

- Vaya… que rápido eres…

Una mano en el hombro me obliga a girarme.

Perry está allí, sonriéndome de lado. Creo que él es el único que mantiene la cordura desde la explosión.

Me empuja lentamente hasta la cocina, donde un plato de sopa de fideos me espera en la mesa.

No tengo apetito, el mero hecho de pensar en comida me revuelve el estómago. Pero me siento y empiezo a comer automáticamente, como si me tratase de un robot.

Les noto moverse por el lugar, comentando cosas pueriles y mirándome. Pero les ignoro y ellos también lo hacen conmigo.

Ya han pasado dos semanas, y creo que aún no somos conscientes del paso del tiempo.

Es como si alguien hubiese dado al pause, y solo nosotros nos siguiéramos moviendo, ajenos al resto del universo que se ha quedado parado, en espera de una persona, que a veces tenemos miedo de que no despierte más.

No se en qué momento me quedo dormido sobre la mesa. No es que tenga sueño, o por lo menos yo no lo he notado. Simplemente cerré los ojos.

Ya es de día otra vez, y el cuello me está matando por haber dormido en el sofá.

Bostezo y me desperezo, viendo por el rabillo del ojo como Perry se acerca con una taza de café.

Se sienta a mi lado mientras me tomo el líquido negruzco y acostumbro a mis ojos a la claridad de la mañana.

Y así pasan mis días, uno tras otro, exactamente iguales.

Como cuando me obligan y caigo dormido por un cansancio que no noto. Es como si a cada día que pasa me activaran cual juguete a pilas, e hiciese cada una de las acciones sin ser consciente de ellas.

Pero de lo único que si que sé que sucede en mi vida, de lo único de lo que aún soy dueño, es de la reconstrucción de Vanessa.

La veo dormida y me la imagino como si fuese una muñeca de porcelana que se ha caído de la balda.

Sigue igual de hermosa, igual de imponente, con esa aura que solo los nobles del medievo poseen.

Y yo me dedico a recomponerla, a devolverla a su estado natural. Retiro la porcelana que se ha dañado y le pongo una nueva, más resistente. Pego sus trozos y pulo hasta el último detalle.

Sé que es un proceso lento, y que incluso, cuando logre colocarle todos los injertos de piel sobre su carne quemada, pasarán muchas semanas hasta que ella misma se acostumbre a su nuevo cuerpo.

Pero eso es lo de menos. Vanessa está viva, y dentro de poco retomará la consciencia, permitiéndonos a todos volver a respirar.

Y cuando eso suceda, la tomaré entre mis brazos y la besaré.

1 comentario:

  1. Fletcher...

    Puede que tu seas el callado, pero luego soy yo quien no encuentra palabras para... Bueno, ya sabes.
    Para decirte cuanto me importas.
    Para darte las gracias por seguir a mi lado incluso cuando el fuego me convierte en una cosa desfigurada.
    Para pedirte que no me dejes.
    Para decirte...
    Bueno, ya lo sabes, ¿no?


    Fletcher,

    te quiero.

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