En la casa en la que vivo existen muchos seres fantásticos que también viven en ella.
Algunos son aterradores, otros graciosos... pero hay uno que es muy especial.
Yo tengo un monstruo que vive debajo de mi sofá, llamado Niñato.
Es un chiquillo de cabellos dorados como el sol, lacios como si de una cascada llena de luz se tratase, y con los ojos azules más bonitos que jamás pudierais imaginaros.
A veces, el rey de esta casa no me quiere, la gente como yo le saca de quicio. Entonces abre los grandes portones de sus aposentos y me echa como si no valiese nada.
Así que, entre lágrimas y sollozos contenidos, me acuesto en el sillón, cerrando los ojos con fuerza y tapandome los oídos para no escuchar a los monstruos malvados que habitan en la casa.
Pero Niñato jamás me deja a la merced de mis miedos.
Solo hace falta que me oiga para que salga corriendo a recibirme, portando una sonrisa de oreja a oreja en su jovial rostro. Seca mis lloros y se acuesta conmigo, mientras susurra que nada malo me puede pasar.
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