Necesidad

Es verano, así que el calor es predominante. Ni siquiera en el bar, con su aire acondicionado a tope, es capaz de hacer que el calor típico de la época caiga sobre todos sus clientes.

Lo necesito

Las puertas del bar se abren y entra una joven. No debe de tener más de 25 años, y su juventud no pasa inadvertida en el recinto. Hay más mujeres, obviamente, pero la carne fresca siempre atrae más. Los juguetes nuevos brillan más.

Su cabello es rizado como el de una muñeca de porcelana, miles de tirabuzones nacen de su cuero cabelludo. Lo tiene negro azulado, como las alas de un cuervo. Está desordenado, y al traerlo corto, hace que su aspecto desenfrenado se acentúe más.

Sus ojos oscuros parecen negros a la lejanía, y hace falta acercarse y verlos detenidamente para fijarse que realmente son de un verde tan oscuro como las aguas turbias de un pantano.

Me quema en la garganta

Solo se ha maquillado la línea negra alrededor de los ojos, y sus labios están empañados de cacao.

Su ropa se compone en unos vaqueros cortos, unas botas de mosquetero y una camiseta de tirantes negra.

En la muñeca derecha lleva una pulsera de cascabeles, que a cada movimiento de esta, el sonido de campanillas la acompaña.

Realmente no es una completa belleza. No es que sea una modelo de metro ochenta, rubia, con unas curvas de impresión. Es guapa, pero no una diosa del olimpo… y aún así…

Aún así no hay hombre ni mujer que ante su entrada no se haya fijado en ella.

La confianza con que da sus pasos, la manera en la que se revuelve el pelo, su mirada fija en la barra, y la media sonrisa dibujada en sus labios. No hay un solo movimiento que no atraiga a todo aquel que la rodea.

Me cuesta respirar, hay que hacerlo rápido, no puedo esperar más

Se sienta en uno de los taburetes altos y pide una cerveza. No una normal, una muerte súbita de cereza. El camarero le sonríe y no aparta la mirada de ella hasta que no le es estrictamente necesario.

La música que resuena en todo el local cambia, no es que la emisora sea distinta, pero la canción ahora SI es la apropiada.

La joven sonríe más acentuadamente, y marca el ritmo con los dedos sobre la mesa, mientras en un tono tan bajo que ni siquiera ella puede escucharse, va cantándola.

Quien le trae la bebida no es el chico mono de antes, si no una chica alta con los cabellos rojos recogidos en una coleta.

Nueva camarera, nuevas oportunidades, y más si le pregunta si puede tomarse su descanso con ella… cosa que enseguida permite.

No puedo esperar más… no quiero esperar más

Y el tiempo pasa, y a la tercera cerveza ya están hablando animadamente. Bueno, realmente solo habla una. Los labios de la joven camarera no cesan de contarle mil cosas, y la otra solo escucha y ríe en los momentos necesarios.

Hay algo en ella que te hace sentir cómoda, y tienes ganas de contarle todo, de arrancarle esa sonrisa tan cautivadora que podría dejar embelesado hasta al mismo Papa.

En algún punto de la conversación ella se levanta, y lleva de la mano a la camarera hacia el baño. “Es que necesito que me sujetes el bolso” es la excusa. Nada creíble, ya que sus ojos no intentan ocultar la mentira en absoluto.

Demasiado fácil, es demasiado fácil, esa no me da ni para empezar

No llegan a entrar realmente. Apoya a la pelirroja contra la puerta e introduce su lengua en la boca de ella sin pedir permiso. Ni falta que le hace.

Mientras la besa con fiereza, sus manos recorren el cuerpo esbelto y más desarrollado de la camarera. Se cuelan bajo su camiseta y recorre sus erectos pezones, notando como jadea contra sus labios.

Muerde su lengua y hace chocar sus dientes, obligándola a besar con más fuerza. Mientras una mano sigue su trabajo en el pecho palpitante de ella, la mano izquierda baja, desabrocha los vaqueros ajustados, y se cuela por la bragueta.

La joven comienza a mover la cadera, y eso le complace. Pero aún así, juguetea un poco con el elástico de sus bragas, haciéndola desesperar, que suplique con su cuerpo esa intrusión.

Yo si que estoy desesperada, zorra, y no hago tanto espectáculo

Por fin, mete los dedos bajo la tela, y acaricia el sexo humedecido de la chica. Intenta separar la cabeza para poder gemir, pero no se lo permite. Muerde su labio inferior y vuelve a colar la lengua, al mismo tiempo que la penetra de golpe.

El flujo chorrea por sus dedos y empapa la tela de las bragas y el vaquero. Separa sus labios y sonríe con picardía, dejando que la camarera pueda tomar aire y gemir libremente antes de volver a besarla, sin cesar ni por un momento su trabajo allí abajo.

No tarda demasiado en venirse. Corta el beso bruscamente y deja escapar un gemido bastante más alto que los demás apoyando su frente en el hombro de ella. El orgasmo ha sido tal, que después de correrse se ha acabado haciendo pis encima.

Sonríe mientras retira los dedos y se limpia la mano en sus propios pantalones. Las piernas de la joven no pueden aguantarla en pie mucho más, así que la obliga a sentarse en el suelo y deposita un beso casto en sus labios.

Cuando se gira, medio bar la mira con un deseo feroz.

Y tener que hacer esto para poder encontrarle, a veces es penoso

Se muerde el labio inferior mientras vuelve a sonreír de lado, y comienza a caminar revolviéndose el cabello, dejando que sus ojos recorran a cada uno de los clientes del local.

Hasta que se posan en un tío que no se ha perdido detalle del momento lésbico que acaba de protagonizar. Es alto, musculoso, cabellos revueltos y ojos azules.

Podría ser un tío genial, pero sus ojos, esa mirada, delata demasiado las ganas que tienes de follársela de la misma manera que ella lo ha hecho con la camarera.

Ni siquiera cruzan una sola palabra. Se acerca a él con paso firme y le coge de la mano mientras saca de su bolsillo un billete arrugado. La sonrisa que le dedica es más que suficiente.

Se acercan a la barra, dejan el dinero y se marchan de allí.

El coche de él es un gran todoterreno negro que le espera a la salida. Ella ni siquiera espera a que la invite a subir, en cuanto quita los seguros se sube al asiento del copiloto ante la mirada triunfadora del chico.

Vamos monada, veamos cuánto placer puedes darme

En cuanto él arranca y se dirige por la carretera, ella se inclina, desabrocha sus pantalones, y tras sacar su ya erecto miembro, empieza a masajearlo.

Él se muerde el labio inferior y ni siquiera la mira, sigue conduciendo con la mirada fija en la carretera, dejando que los gemidos de placer salgan tranquilamente de entre sus labios.

Cuando por fin aparcan frente lo que parece ser su casa, el semen empapa el volante y parte de la tapicería. Pero no parece que le importe mucho, ya que se gira y le planta un beso fiero a la joven.

Bajan del coche y entran en la casa, dejando que el juego de miradas y sonrisas siga su curso, mientras suben las escaleras hacia el dormitorio principal.

Él intenta cogerla por la cadera y besarla con la misma intensidad que en el coche cuando se hallan en el cuarto con puerta cerrada, pero ella logra zafarse y le dice que no con el dedo, sin dejar de morderse el labio inferior ni por un momento.

“Pienso follarte hasta quitarte el olor corporal a base de pollazos” afirma, total y completamente seguro de si mismo.

Eso me gusta más, algo que de verdad me de lo que busco

Ella se arrodilla y comienza a desnudarle con los dientes, notando la mirada de poder que él clava en su cabeza. Primero los zapatos, luego los pantalones, cuando se levanta, quita su camiseta con delicadeza. Se miran a los ojos unos instantes antes de que cuele sus manos bajo los boxer y empiece a bajarlos al mismo ritmo que vuelve a arrodillarse.

A pesar de encontrarse desnudo ante una mujer vestida, la seguridad que desprende es tal que amedrentaría a más de una. Pero ella no parece presa de su influjo.

Vuelven a sonreírse con lujuria, y antes de que él pueda planear cualquier movimiento, la joven le empuja contra la cama, dejándole caer sin delicadeza alguna. Y tras observarle unos segundos, se sube ahorcajadas sobre él, dejando que la entrepierna de su pantalón roce con el sexo duro del tío.

Dios, no aguanto ni un segundo más

Sin dejar tiempo a ninguna réplica, junta sus labios, besándole con más fuerza que a la camarera, sin importarle en hacerle un poco de daño. A él no le importa en absoluto, al contrario, cada vez está más excitado.

Su olor me está volviendo loca

Sube uno de sus pies, aún calzado, y sin dejar de besarle, deja que el cuero de las botas acaricie el pene levantado de él. Disfrutando de los jadeos que mueren en su boca, y como sus manos, grandes y varoniles, masajean sus pechos al darse cuenta de que no lleva sujetador bajo la camiseta.

Tócame más, quiero sentir tu piel

Cuando se separan para tomar aliento, ambos se miran, y ella asiente a su pregunta no formulada, dejando que él ataque su cuello con fiereza, arrancándole un leve jadeo.

Ya no puedo más

Nota sus dientes contra su piel y sonríe con más fuerza que antes.

Lo necesito ya

Una de las manos de él bajan hasta la cremallera de los shorts y lo desabrochan sin cuidado alguno.

¡No puedo soportarlo más!

Sus bocas vuelven a juntarse con deseo mientras tantea las bragas de ella.

¡LO QUIERO AHORA!

Sus lenguas se enredan con desespero, con angustia, como si quisieran fundirse cada uno en el contrario.

Me duele, necesito hacerlo ya… me duele…

Vuelven a separarse y se miran a los ojos, satisfechos de cómo se va desarrollando todo.

¡DÁMELO YA!

La joven se incorpora, dejando que la mirada de él recorra lascivamente el cuerpo que tiene sentado encima del estómago, mientras ella echa las manos hacia sus botas, como si fuera a desabrochárselas.

¡AAAHHH!

Saca un cuchillo, largo, afilado, reluciente. Y ante su, ahora, mirada atónita, raja de un solo movimiento la garganta del chico. Y lo clava, una y otra vez en su pecho.

Más…

Profundiza el cuchillo hasta que sus manos se pierden en el amasijo de órganos y raja la colcha de abajo.

Más…

Le corta el sexo y se lo mete en la boca, que se ha quedado petrificada en una O perfecta.

Más…

Le desolla las piernas y rasga el músculo y la carne hasta que sus fémures quedan al aire.

Más…

Golpea con el filo las costillas hasta que estas se rompen, haciendo que se claven en los pulmones y un chorro de sangre le salpique directamente a la boca.

Más…

Rasga sus labios en “La sonrisa de Glasgow” y le saca los ojos como si fueran dos corchos de botella.

Más, más, más

Acuchilla su mano derecha hasta el hueso se rompe y puede arrancársela, tirándola contra la pared.

¡Más!

Abre con las dos manos su pecho y saca el corazón, observánolo durante unos instantes antes de empezar a desgarrarlo con sus propios dedos.

¡MÁS!

Coge los vaqueros del chico, y tras ponerlos encima de su destrozado cadáver, se tumba y acaba el trabajo que él empezó. Penetrándose con dos dedos, masturbándose entre sus órganos, músculos, sangre, sin contenerse ni un solo grito de placer, hasta que sus ojos se ponen en blanco y un chorro de líquido blancuzco mancha la tela de los vaqueros.

Se queda durante unos minutos quieta, disfrutando de lo que acaba de suceder, pero el sueño lucha con alcanzarla, y aún hay cosas que debe hacer.

Se levanta, coge un mechero de su bolso y se desnuda. Tras recoger su ropa y los pantalones de él manchados con su propia eyaculación, lo lleva todo al baño, donde tras colocarlo en el vide, le prende fuego a la ropa.

Todo bien limpio

Vuelve al dormitorio y sonríe al ver su obra maestra. Ha quedado perfecto.

Sin perder esa sonrisa, se tumba sobre el cadáver, haciéndose un hueco entre los huesos rotos y los órganos aún chorreantes, y se abraza al cuerpo, conciliando el sueño enseguida.

Son las luces del mediodía las que la despiertan. Hacía casi dos meses que no era capaz de dormir tan bien.

El cuerpo ha dejado de sangrar, y la piel se está empezando a secar, a endurecer. Ya no es tan bonito y acogedor como en la noche. Ya no está blando y mojado. Ya no es perfecto. Ya no se siente a gusto estando sobre él. Ni siquiera cerca.

Se levanta y entra al baño, abriendo el grifo del agua caliente de la ducha y regulando la temperatura antes de meterse bajo esta.

Utiliza champú, acondicionador, mascarilla, gel y después aceite de baño. Se nota que en esa casa debe de haber alguna mujer de vez en cuando.

No quiero oler a ese adefesio

No se preocupa en secarse y camina desnuda y mojada por el dormitorio, buscando algo de ropa. Así que vacía los cajones y el armario hasta que encuentra algo que le gusta.

Se pone unos bóxer y baja a la cocina, donde se prepara unos huevos fritos con bacon y unas tostadas. Por mucho que revuelve entre los estantes no encuentra vino, así que se conforma con un vaso de agua fría.

Come con tranquilidad, no tiene prisa por marcharse aún. Enciende la televisión de la cocina y escucha las noticias del mediodía sin dejar de comer. Le gustan los ojos del presentador de los deportes.

Al acabar, mete los platos al lavavajillas y lo pone en funcionamiento. La verdad es que la casa es acogedora, es una pena tener que irse. Mientras sube las escaleras al dormitorio de nuevo se atusa el cabello y se muerde el labio inferior.

Antes de la cena quiero estar ya en la carretera

Encuentra una bolsa de gimnasio, y esto le arranca una sonrisa. Mete su bolso dentro y recorre la casa decidiendo que puede hacerle falta en su viaje.

Mete algunos libros, un iPod, varios CDs, una cuanta ropa, y sobretodo, la cartera llena de dinero del chico.

Se pone unos vaqueros con un cinturón para que no se le caigan, una camiseta y una sudadera. Por suerte calzaban casi el mismo número, así que las deportivas le quedan perfectas. Pasa una vez más por el baño, y tras atusarse el pelo se coloca una boina.

Parece un chico, y eso le gusta. Le gustan los cambios drásticos. Es divertido tener que adaptarse a ellos.

Coge la bolsa y baja a la puerta de entrada, recogiendo las llaves del coche en la mesilla del vestíbulo.

El sol ha empezado a ponerse, así que debe darse prisa. Se sube al todoterreno y arranca mientras pone la radio y busca alguna emisora interesante.

Siempre le han gustado los coches grandes, es una pena que deba deshacerse de él la próxima vez.

La próxima vez que tenga ganas de hacerlo

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