Cerré las contraventanas para que la luz del amanecer no les despertara por la mañana.
Corrí las cortinas y me separé lo suficiente para ver a mis dos hijos dormidos.
Hydra ocupaba casi toda la cama, dejando un pie fuera de esta. Respirando con la boca abierta, dejando que su rostro dibujase una expresión tan tranquila que sería imposible verla cuando estuviese despierta.
Arcturus estaba pegado al borde de la cama, amenazando con caerse si se giraba. Su cabeza en vez de descansar en la almohada, lo hacía en el pecho de su hermana, a la que se encontraba abrazado, plácidamente dormido.
Sonreí como un tonto y fui incapaz de moverme hasta varios minutos después.
Tras colocar bien sus sábanas, y ponerles de tal forma que no tuviéramos ninguna desgracia durante la noche (por si se caían y se golpeaban con algo), salí del cuarto entrecerrando la puerta.
Me apoyé en la pared contraria y reí por lo bajo, sintiéndome totalmente dichoso.
Les amaba, más que a cualquier cosa que me hubiera pertenecido anteriormente.
Cerré los ojos y un pinchazo de culpabilidad cruzó mi pecho.
Yo no había querido que nacieran.
Durante meses deseé que desaparecieran. Que Deneb tomara una poción y los matase, que solo fueran dos cachos de carne a medio hacer en su tripa.
No los quería en mi vida, y me culpaba una y otra vez por ser en parte su creador.
Deseaba destruirles, que jamás hubieran existido.
Estaba tan aterrado… Ellos iban a destruir todo por lo que habíamos luchado durante años. Dos simples pedacitos de persona iban a ser capaces de hacer lo que nadie había conseguido.
Y les odiaba por ello.
No quería que Nunca Jamás desapareciese.
Era Peter, ¿dónde iríamos Wendy y yo si nuestro hogar moría?
Estuve meses carcomido por un miedo tan atroz que era incapaz de pensar en otra cosa.
Me encerré dentro de mi mente, negándome a salir al exterior. No, no me arrebatarían Nunca Jamás, no podían destruirlo.
Y ahora, tras haberlos arropado, me arrepentía profundamente de todos aquellos pensamientos.
¿Cómo podría haber seguido viviendo si hubiera matado a las criaturas más bellas de todo el planeta?
Una mera sonrisa suya hacía que el sol brillara con más claridad que nunca.
- Señorito Regulus, la cocina ya está limpia. ¿Desea que haga cualquier otra cosa?
La voz de Kreacher me devolvió a la realidad.
Nunca se había separado de mí. Desde mi más tierna infancia había permanecido a mi lado, protegiendo, vigilando, obedeciendo…
Sonreí y me agaché hasta quedar a su altura. Tantos años juntos, y aún en momentos como ese, volvía a sentirme un niño mirándole a los ojos:
- Muchas gracias, Kreacher. Puedes irte a dormir, yo apagaré la chimenea y cerraré las puertas.- dije mientras apoyaba una mano en su hombro
Él colocó su mano sobre la mía, acariciándola con suavidad a pesar de su áspera piel:
- Buenas noches, joven amo Regulus.
- Buenas noches, Kreacher.
Me levanté mientras le veía alejarse por el pasillo hacia las escaleras que conducían al ático. Jamás tendría las palabras suficientes para agradecerle todo lo que había hecho por mí.
Suspiré y bajé al primer piso dejando que mi mano rozase las paredes del vestíbulo teñidas de rojos, amarillos, naranjas.. Los colores del fuego encendido de la chimenea.
Y allí, sentada en la mecedora de la sala, acariciando su vientre hinchado por el inminente parto, dejando que sus ojos se perdieran entre las miles de llamas que crepitaban dentro de la chimenea, se encontraba ella.
Mi salvadora.
Mi ángel.
Mi vida.
Mi Diosa.
Mi Wendy.
Mi Deneb.
Me acerqué por su espalda y deposite un beso puro y casto sobre sus castaños cabellos, teñidos en esos momentos por el rojo fuego.
Ella levantó su rostro hasta que nuestros ojos se encontraron, sonriéndonos mutuamente:
- ¿Ya se han quedado dormidos?
Asentí, admirando la belleza juvenil imperecedera de mi amada.
Siempre jóvenes, siempre juntos:
- Hydra a punto de tirarle de la cama, y él abrazado a ella como si fuera un peluche.
- Típico.- murmuró entre risas.
Rodeé la mecedora y me senté en el suelo, apoyando la cabeza en sus piernas, dejando que sus dedos volaran prácticamente hasta mis cabellos, comenzando a acariciarlos.
No nos hacían falta conversaciones trascendentales para comprendernos a la perfección. No nos hacían falta grandes charlas sobre como educar a nuestros hijos. No nos hacía falta nada más.
Más de veinte años juntos, se dice pronto.
Y aún, cuando miraba sus ojos, siempre los ojos de una adolescente enamorada… sentía como el corazón me daba un vuelco.
Y el mundo desaparecía.
Nada más importaba.
Solo quedaba ella, la razón de mi existencia.
- Peter…
- ¿Hmmm?- respondí, más dormido que despierto.
- ¿Nos vamos a la cama?
- Está bien.
Mi amado Regulus...
ResponderEliminarNo te tortures. Los dos tuvimos miedo, los dos teníamos motivos. Pero fuiste tú el que más luchó por ellos cuando más lo necesitaron. Y has sido siempre tú el que ha estado a su lado.
No hay un padre mejor en todo el mundo.
No hay nadie a quien quiera más en todo el mundo.
J'adore.
Deneb