Reflejo

Era extraño, nunca había sido muy dormilón.

Me gustaba levantarme antes del amanecer y verlo desde mi ventana. No soportaba estar en cama mucho tiempo, me hacía sentirme inútil y que estaba desperdiciando el tiempo.

Desde que Deneb volvió a casa, me pasaba el día en la cama.

Ella me explicó que no estaba muerto, que me había rescatado, que el mundo seguía girando y que gracias a mí todo iba a cambiar, que no tuviera miedo y que confiara en ella.

Parecía tan frágil, tan asustadiza… y aún así me aseguró que todo estaría bien.

Me dijo que durmiera, que descansara… y desde entonces eso era lo único que hacia.

No tenía fuerzas para levantarme siquiera de la cama. Dormía durante todo el día, durante toda la noche, pero nunca descansaba. Siempre soñaba lo mismo, que me ahogaba, que el agua penetraba por mi nariz y boca y empezaba a encharcarme por dentro… me moría.

Despertaba envuelto en sudor, permanecía alerta durante varios minutos, y volvía a recostarme, intentando dormir.

Solamente quería despertarme, quería despertarme en mi cama, en mi cuarto, en mi casa. Aún no habría entrado a Howarts, y mi hermano tampoco. Y seguiríamos siendo felices, juntos, siempre juntos. Sin Potters, sin Lupins, sin Snapes, sin Voldemorts, sin nada…

Kreacher vino al cabo de unos días y me obligó a bajar a comer a la cocina. Deneb estaba allí, con un rostro más cansado que el mío. Comimos en silencio, y en algún momento de la tarde me quedé dormido sobre la mesa, despertándome a las horas de nuevo en la cama.

Hacía una hora que la pesadilla me había obligado a abrir los ojos, las luces de la tarde cubrían las paredes vacías del cuarto. Quería volver a dormirme, me pesaban los parpados, me dolía la cabeza, quería sumergirme en ese mundo de aguas turbulentas que tanto miedo me daba.

Pero unos golpes en la puerta hicieron que me girara pesadamente, viendo como mi prima entraba despacio, como si tuviera miedo de encontrarse con un dragón hambriento:

- Regulus, ¿estás despierto?

Su voz… su voz era la más triste que recordaba haber escuchado nunca:

- Si.- murmuré

- ¿Has dormido bien?.- dijo mientras entraba y se apoyaba en el marco de la puerta, sin cerrar esta, como si tuviera que huir de un momento a otro.

- ¿Quieres algo?- sé que esas palabras le hicieron daño, pero no fui capaz de decir otra cosa.

- Creo que… bueno… sé que no quieres comer… pero quizás un buen baño te sentaría bien.

Hacía casi dos semanas que no lo hacía, y ni siquiera me había percatado de ello.

Supongo que ella pudo leer la respuesta, ya que se acercó a una de las cómodas y sacó ropa limpia y una toalla, dejándolo todo a los pies de la cama:

- El baño ya está preparado. Es la habitación de enfrente.- murmuró y despareció tan sigilosamente como había llegado.

Realmente no quería bañarme, deseaba cerrar la puerta con fuerza y esconderme bajo las sábanas. Pero una parte de mí me obligó a levantarme, coger las cosas y encaminarme a la puerta que descansaba en el otro lado del pasillo.

Llevaba más de cuatro meses en esa casa y nunca había entrado nunca allí.

Los azulejos azules con ramilletes de flores rosas cubrían las paredes. El suelo era de mármol blanco y el techo de madera contrastaba con todo. Solo había una gran bañera en el centro y un espejo de cuerpo entero en una de las paredes.

El vaho había empañado su superficie, y lo agradecí. Debía de presentar un aspecto deplorable.

Tras cerrar la puerta me desnudé sin prisa alguna. Mis ropas desprendían un olor desagradable. Realmente si que necesitaba aquel baño. Dejé las prendas limpias al lado del espejo y me senté en la bañera, dejando que el agua caliente lamiera mi mugrienta piel.

Y me quedé allí, quieto, en silencio. Me costaba horrores incluso el mero hecho de respirar. Yo no encajaba en aquel baño hecho para la realeza. Era un punto negro en medio de un paisaje rico en colores pasteles.

No debería estar allí.

Sin ser consciente de ello, lentamente me fui hundiendo en el agua. La bañera era muy grande, y posiblemente cupiera perfectamente estirado. El agua cubrió mi pecho, hombros, cuello, barbilla, boca…

No aguanté mucho tiempo bajo el agua.

Un terror inhumano recorrió todas mis venas y me impulsó a salir a la superficie con violencia, cogiendo desesperadamente una bocanada de aire. Necesitaba alejarme rápidamente del agua. Me agarré al espejo para poder salir de la bañera:

- ¡¡DEN..!!

No acabé de gritar su nombre, una imagen me había hipnotizado.

Gruesas gotas caían por el cristal, haciendo desaparecer el vaho, devolviéndome mi propio reflejo.

Alto, encorvado, sucio, mojado, con los pelos levemente ondulados cubriéndome la cara.

Ese no era yo.

- Sirius…- susurré, poniéndome frente a la superficie reflectante.

Era él, no podía ser de otro modo. Mi hermano se encontraba de pie mirándome a los ojos, como hacía años que no lo hacía.

Contuve el aliento, notando como su mirada se tornaba fría, distante. Su imagen se volvía borrosa, estaba desapareciendo.

No.

No te puedes ir, no puedes irte.

No.

Vamos, vamos, no me dejes así. Sabes que no puedo respirar si te vas.

Si te vas, no podré soportarlo. No. Eres todo lo que necesito.

Te necesito.

Solo a ti. Únicamente a ti.

Vamos, no te vayas.

No me dejes aquí.

- ¡¡SIRIUS!!

Golpeé con fuerza el cristal una y otra vez hasta que se hizo añicos. Mis puños comenzaron a sangrar, pero no lo notaba. Solo un pensamiento ocupaba mi mente: mi hermano no podía dejarme así.

Me arrodillé y seguí golpeando el espejo roto, clavándome los cristales en mi carne con crueldad.

Esas eran las aguas a las que tanto miedo tenía. Era justo eso a lo que no tenía fuerzas para enfrentarme. Él ya me había abandonado una vez, pero siempre pensé que si realmente le necesitaba, vendría a rescatarme.

Unas suaves, pero fuertes, manos me hicieron girar con brusquedad, y los ojos de Deneb aparecieron frente a mí.

No hizo falta que dijésemos nada, cualquier palabra hubiera sido incorrecta.

Me abracé a su cuerpo con fuerza, dejando que un llanto incontrolado arrasara de pronto. Enterré mi rostro en sus pechos y grité hasta quedarme sin aliento. Mis manos sangrantes agarraron sus ropas y deseé fundirme con ella.

No fui consciente de cuando me quedé dormido. Supongo que mi agotamiento fue tal que mi cerebro directamente desconectó.

Cuando abrí los ojos era noche cerrada. Noté que estaba limpio, no había rastro de la suciedad de hacía unas horas, y mis manos se encontraban vendadas cuidadosamente.

No estaba en la cama de siempre, y cuando la descubrí a mi lado supe que estaba en su dormitorio.

Estaba apoyada sobre su codo, y me miraba como si fuera un bebé en la cuna, esperando a que le cojan en brazos:

- ¿Te duelen las heridas?

Me sorprendí a mi mismo al darme cuenta que, a pesar de saber que los cortes debían ser muy profundos, no sentía ninguna especie de dolor.

- No.

- Me alegro.

Sentía la necesidad de pedirle perdón:

- Antes, en el baño…- pero su dedo índice se posó con suavidad sobre mis labios.

- Regulus, no pasa nada.

- Pero…

- No.- su voz se dulcificó tanto, que pensé que todo aquello era un sueño.- No importa lo que pase, yo siempre estaré a tu lado.

Aquello era todo lo que necesitaba. Eran las palabras que llevaba esperando escuchar durante diecisiete años.

Noté como mis ojos se humedecieron, y mi boca dibujó una sonrisa. Sonrisa que imitaron sus labios:

- Deneb…

- ¿Sí?

- ¿Puedo dormir contigo de vez en cuando?

- Siempre que quieras.

Cerré los ojos y me acurruqué junto a ella, notando como se tumbó a mi lado y me abrazó, acariciando mis cabellos con suavidad, transmitiéndome una tranquilidad que ni siquiera era capaz de imaginarme que existiera.

Y por primera vez en mucho tiempo, dormí la noche entera sin sufrir ninguna pesadilla.

1 comentario:

  1. Tienes que creerme, mon amour, todo estará bien. Deja que cuide de ti cuando lo necesites.

    Por que yo siempre estaré a tu lado.

    Je t'aime pour toujours.

    Deneb

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