La hora de la cena se aproximaba, y los pasillos del colegio cada vez estaban más y más vacíos.
Un aire invernal recorría el interior de los muros de piedra, y los pocos alumnos que aún no habían ido acercándose al gran comedor se apelotonaban unos a otros para poder protegerse del frío de noviembre.
Albus abrazó con fuerza el gran volumen de astronomía y se encogió un poco sobre sí mismo. Se había manchado la túnica en pociones cuando su caldero había decidido empezar a hervir sin aviso alguno. Así que por mucho que quisiera, el jersey no le protegía de las temperaturas de aquellas horas.
Echó un poquito de vaho en las manos mientras caminaba con la vista pegada al suelo. Sus pensamientos iban recorriendo mentalmente todos los lugares donde podría estar su hermano James, al que pensaba pedirle prestado un jersey o algo para ponerse durante la cena.
Pero su camino no duró mucho tiempo, ya que no se fijó, y al girar en una esquina se chocó bruscamente contra dos estudiantes que estaban jugando con una bola de cristal.
Bola de cristal que acabó hecha añicos en el suelo.
Albus la miró estupefacto y notó como las mejillas adquirían un color granate muy vivo:
- Lo siento… no iba mirando por donde andaba…- comenzó a balbucear sin atreverse a mirarles a la cara.
- Ya, pues deberías, ¿sabes?- la contestación seca de uno de ellos no ayudó a que el joven Potter pudiese despegar sus ojos del suelo.
- Lo sé… no volverá a suceder.
- Lo que faltaba.- la voz ya no solo era dolida por la pérdida del frágil objeto, era una voz enfadada.- ¿Sabes lo importante que era esa pelota para mí?
- Lo siento muchísimo. La pagaré, te doy mi palabra.
- ¿Y te crees que me vale la palabra de un slytherin?
Tras eso no pudo mantener la mirada baja mucho más. Sus ojos se posaron en los dos alumnos de Gryffindor que le cerraban el pasillo, acorralándole contra la pared:
- Ya he dicho que lo siento, y además pagaré lo que haga falta.
- Y nosotros te hemos dicho que no nos fiamos de ti.
- Cierto, seguro que ha sido hecho a posta.
- Los slytherin siempre estáis fastidiando. Os creéis los amos del mundo y no es así.
- ¡Solo me he chocado! ¡¿Vale?! ¡¿Yo que iba a saber que teníais algo tan frágil en las manos?!- aquellas acusaciones se estaban pasando de castaño oscuro.
Uno de los adolescentes empujó al joven, haciendo que trastabillara y el libro que sostenía entre las manos cayese al suelo. En el último momento logró mantener el equilibrio, y caminó varios pasos hacia atrás, volviendo a aparecer en el pasillo por el que había venido:
- No nos levantes la voz, slytherin, no eres más que nosotros.
- Pues entonces dejadme en paz.
- ¿Te atreves a darnos órdenes?- el más alto se acercó peligrosamente a Albus.- Más te vale darte cuenta de que en esta época ser de Slytherin no te da derecho a creerte mejor que nadie.
- Hombre, mejor que vosotros no es difícil.- intervino una tercera voz.
Albus se giró bruscamente, ahogando un gemido reconfortante entre sus labios al encontrarse de cara con Scorpius.
Este le sonrió levemente antes de colocarse a su lado, mirando desafiante a los otros dos:
- Ya ha dicho que la pagará, así que recoged los cristales y dejarle en paz.- su voz no admitía replica alguna.
- Vaya, un Malfoy… De este si que no nos podemos librar.
Los dos gryffindor se rieron por lo bajo ante el comentario:
- ¿Y con eso quieres decir que…?- si Scorpius ya estaba enfadado, ahora estaba furioso.
- ¿Te crees que la palabra del hijo de un mortífago vale mucho?
El rubio apretó los puños con fuerza, y su rostro se volvió completamente pálido, haciendo que el color rosado de sus labios resaltara casi antinaturalmente:
- No te atrevas a nombrar a mi padre así.
- ¿A tu padre no? Pero a tu abuelo sí, ¿no? Porque total, ambos eran de la misma escoria.
Scorpius levantó el puño e impactó en la barbilla del otro chico, tirándole al suelo, haciendo que el ruido del cuerpo al caer resonara por todo el pasillo. Por no hablar de los cristales que se clavó en las manos:
- ¡Cabrón!-gritó su amigo, agachándose a su lado.- Os vais a enterar, mortífagos de mierda.
Esta vez, a Malfoy no le dio tiempo a poder hacer nada, ya que el puñetazo no fue dirigido hacia él, si no contra Albus, haciendo que se chocara contra la pared más cercana:
- ¡Cobarde! ¡Él no te había hecho nada!- bramó Scorpius lanzándose contra él, pero el otro adolescente se levantó, agarrándole de ambos brazos, impidiendo que le golpeara.
Ambos gryffindor sonrieron, mirando como el rubio se retorcía. No es que fueran unos chicos violentos normalmente, simplemente que no iban a permitir que dos slytherin les trataran así.
El joven que había golpeado a Potter levantó el puño, iba a dejarle un ojo morado, un bonito recuerdo para que el niñato supiera que con un alumno de Gryffindor jamás debía meterse.
Pero ese golpe jamás llegó al rostro de Scorpius.
Una patada en la cabeza lanzó al adolescente varios metros de donde se encontraba.
La autora de esta, una joven ravenclaw de oscuros cabellos cortos, acabó de pie justo en el mismo lugar donde había estado su víctima. Sonrió y se colocó bien la falda antes de mirar al otro gryffindor:
- ¿Es que vuestros padres no os han dicho nunca que no hay que meterse con gente más pequeña que vosotros?
No le dio tiempo a contestar, si es que se le había pasado por la cabeza el hacerlo, ya que una mano agarró con fuerza sus cabellos, tirando de él hacia atrás, provocando que soltara a Scorpius antes de colocar un cristal contra su desnudo cuello:
- Y menos meteros con un… ¿cómo decís vosotros? Ah… sí… mortífago.- dijo una voz masculina a su oído.
La chica sonrió, y abrió la boca para contestar, pero el joven se había levantado y corría hacia ella para golpearla. La ravenclaw empujó a Malfoy, apartándole de la pelea, y descargó con fuerza un puñetazo contra su agresor.
Scorpius corrió al lado de Albus, que miraba estupefacto como la pelea entre los cuatro adolescentes comenzaba encarnizadamente. Aún no entendía muy bien que era lo que había pasado, ni lo que estaba sucediendo en ese mismo instante. Momentos antes había sido atacado injustamente por un chico, y ahora veía como el mismo estaba siendo sepultado contra el suelo bajo los puñetazos de un joven de cabellos revueltos que le llegaban hasta la mitad de la espalda:
- Albus.- la voz de su compañero le volvió a la realidad, perdiéndose en sus claros ojos.- ¿Estás bien? Déjame verte el labio.
El pelinegro asintió, sin poner resistencia alguna, notando por primera vez el corte que le recorría el labio inferior, empapando su barbilla y cuello de caliente sangre. En otras circunstancias ya se habría puesto a llorar (no es que tuviera el umbral del dolor muy alto que digamos), pero la pelea le había dejado totalmente absorto, y dejaba que Scorpius le limpiara la herida con el puño de su camisa sin dejar escapar un solo quejido.
Seguramente solo pasaron escasos minutos, pero para los dos alumnos de Slytherin se les hicieron eternos. Cuando ambos ravenclaw se separaron de los otros dos, que corrían asustados por el pasillo, a Scorpius se le hacía que habían pasado milenios desde el incidente de su amigo:
- De verdad, y encima irán con el cuento de que somos unos violentos a cualquier profesor ¡Mamones!- exclamó la joven con el puño en alto antes de girarse a los dos pequeños que seguían sentados contra la pared de piedra.- Vaya, Albus, el corte de tu labio se ve muy feo, será mejor que avisemos a tu hermano y vayáis a enfermería.
El Potter la miró desconcertado mientras se levantaba con la ayuda del rubio:
- Lo siento, ¿pero nos conocemos?
- Era imposible que un Black no conociese a un Potter.- esta vez, la contestación vino de parte de su otro salvador, cuyos cabellos se encontraban ahora anudados en una coleta contra su nuca.
- ¡Ya decía yo que me sonabais!- dijo de pronto Scorpius.- Sois los hijos de Regulus y Deneb, ¿verdad?
- Teniendo en cuenta de que somos familia, la verdad es que me sorprende que no te hayas dado cuenta antes, lumbreras.- la chica se inclinó sobre su hermano.- ¿Ves? Esto es lo que pasa con la rama de la familia rubia.
- Oye, que te he oído.
- Eso pretendía.
- ¿Los medio franceses sois siempre tan graciosos?
- Uy, solemos serlo más, créeme.
Mientras la joven Black y Scorpius “discutían”, el muchacho de largos cabellos se acercó hasta Albus, tendiéndole un blanco pañuelo de seda:
- Gracias.- fue capaz de murmurar mientras lo aceptaba, notando de nuevo sus mejillas coloradas.
- Tranquilo. Mi nombre es Arcturus, y el de mi hermana es Hydra, por si no nos recordabas.
- Me resulta un poco embarazoso ese hecho, perdonarme.
- No te disculpes, por mi parte no es que me guste mucho llamar la atención. Ya por la de Hydra…
La interpelada abrió la boca para contestar, seguramente para defenderse, pero en ese momento otra voz al otro lado del pasillo hizo que los cuatro se girasen:
- ¡Albus! ¡¿Estás bien?!- James corría hacia ellos con la palabra preocupación pintada en el rostro.
- Mira, un trabajo que nos ahorramos.- murmuró Hydra.
- Nosotros nos vamos, cualquier cosa que necesitéis, ambos, llamadnos.- y tras esa extraña despedida, los hermanos se marcharon cogidos de la mano.
Cuando el otro Potter llegó a su lado, abrazó con fuerza a su hermano, incluso antes de que Scorpius le advirtiese de que tuviese cuidado con la herida del labio del menor. Pero Albus ni siquiera abrió la boca, sus ojos se perdían en la esquina del fondo del pasillo, donde Arcturus e Hydra habían desaparecido segundos antes.
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