Barcelona
- Y este es el baño. Como podéis ver, está recién reformado, hay que limpiarlo un poco, pero está listo para su utilizaci…
- No me gusta.
- Sam, solo hemos visto la mitad de la casa. Espera hasta el final y quizás cambies de opinión.
- No me gusta. El baño es horrible. ¿En serio lo han reformado? ¿Pero lo habéis visto bien? Venga, si parece que lo ha redecorado una abuela daltónica. De esas con miles de gatos.
- Sameveel, o cierras la boca y te juro que te tiro por la ventana.
- Estamos en un sexto, ¿te atreverías? ¿No sería asesinato? Ya sabes, pecado mortal y esas cosas.
- O te callas o te tiro. No voy en broma, Sameveel.
- Chicos, que no estamos solos.
- ¿Y eso a mí que más me da?
- Lo sentimos mucho, señor Rodríguez, es que no llevamos unos días muy buenos.
- … tranquilos, si yo lo comprendo… si queréis podemos dejar la visita para más tarde…
- No, déjelo, la casa es horrible, no vamos a vivir aquí.
- ¡Sameveel!
- ¿Qué? Estoy siendo sincero.
- Pues a mí el baño sí que me gusta.
- ¿Ves? Le gusta a Vasi, eso significa que es hortera.
- ¿Me estás llamando hortera? El que se viste con camisolas y ese tipo de ropa rara es Hariel.
- Vasariah, modera tus palabras o tú también sales por la ventana.
- ¿Entonces dejamos la visita para mañana mejor?
- Sí, será lo más adecuado.
- Que no, que yo aquí no pienso vivir, angelitos.
- Te he dicho mil veces que no me llames eso en público.
- ¿En privado si?
- Yo a ti te mato, Sameveel.
- Venga, ¿y qué me vas a hac…? ¡Deja la petaca en su sitio!
- ¡Parad de una vez que el humano sigue presente!
Marsella
- ¿Nos puede dejar unos minutos a solas para que nos lo pensemos?
- ¡Por supuesto! Estaré en el piso de abajo, dadme un gritito y subo.
- Por Dios, qué mujer más pesada…
- Centrémonos.
- La casa es grande, y estamos cerca de la playa.
- Pero lejísimos del centro. Y no hay ni un puto bar aquí al lado.
- Eso no es importante, si quieres alcohol lo compramos y ya está.
- ¿Y beber solo con vosotros dos? Aburrimiento mortal.
- No empieces, Sam.
- No empieces tú, yo estoy muy tranquilo.
- Lo bueno de estar tan alejados es que estamos más escondidos, tardarán en encontrarnos si es que siguen
buscándonos.
- Claro, y también tardaremos más en enterarnos de todo lo que sucede.
- Escondernos del mundo es lo que tiene.
- Aún así, creo que llamaríamos mucho la atención en el barrio.
- ¿Por?
- ¿Tres hombres viviendo solos?
- No pasa nada, yo finjo que soy vuestro amante, ningún problema.
- Comienzo a plantearme seriamente eso de que quizás sí que estás enamorado de nosotros.
- Hariel, eso suena muy egocéntrico.
- Eh… yo paso de esa idea.
- Sameveel, quita esa mano de allí.
- Si queréis os dejo solos.
- Tú te quedas dónde estás.
- No, definitivamente la casa no me da buenas vibraciones.
- ¿Y ahora qué eres? ¿Brujo?
- No, un vibrador.
- ¡Sameveel!
- Estaba de broma.
- Pues metete el humor por dónde te quepa.
- Controla esa boquita, Vasi, que la próxima será un insulto.
- Sam, si vas a poner pegas a todas las casas que veamos me largo.
- ¿Y a dónde? Si puede saberse.
- Tengo una casa en Madrid, una casa preciosa que he tenido que dejar por tu culpa.
- Por favor, no empecéis con lo mismo de siempre.
- ¿Ves como siempre empieza Hariel? En verdad es que le pongo cuando me enfado.
- Deja de pensar esas cosas.
- Acéptalo, te pone ver mis pensamientos cuando van por ese camino.
- Sameveel…
- Me encanta cuando dices mi nombre así.
- Hariel, tranquilízate, por favor.
- ¿Ya os lo habéis pensado?
- ¡NO!
- … ok, volveré unos minutos más tarde…
Berlín
- Wow.
- Si, opino lo mismo.
- La casa es enorme.
- Y no solo eso, es preciosa.
- Me encanta como está decorada. Los colores de las paredes, los marcos… todo.
- Lo sé, yo también estoy embelesado.
- Además, hay habitaciones de sobra.
- Podemos tener una biblioteca si queremos.
- Podemos tener incluso dos.
- Y hay piscina.
- ¿Te gustan las piscinas?
- Bueno, es que a Marta de pequeña…
- No tienes por qué darme explicaciones, tranquilo, virtud.
- Pues creo que hemos encontrado la casa perfecta.
- No te lo discuto.
- Y unas vistas perfectas.
- Yo quiero verlas.
- No creo que a ti te gusten.
- …
- Sameveel…
- Sep.
- ¿Ese no es nuestro agente inmobiliario?
- Sep.
- Y ese otro es lo que se supone que debería ser nuestro vecino.
- Sep.
- ¿Y se están…?
- Sep. Aunque solo va a salir vivo uno de ellos. ¿Quieres apostar?
- No sé por qué creo que tú ya sabes que va a pasar.
- Sep.
- Sameveel…
- ¿Dime, Hariel de mi corazón?
- ¿Has elegido esta casa por que tenías que hacer un trabajo?
- Sep. Aquí al lado, por lo que podéis observar.
- Sam, cada día me dejas peor…
- ¿Y pretendías que nos quedáramos a vivir aquí a pesar de todo?
- Sep.
- ¡Eres un estúpido egoísta! ¡No sé ni para qué te ayudo!
- ¡Eh! ¡Las manos lejos!
- ¡Chicos, la poli!
- Mierda, con eso no contaba.
- ¡Tú nunca cuentas con nada!
- ¿Qué hacemos?
- ¡Nos vamos volando por la puerta de atrás! ¡Vamos!
- ¿Volando, volando?
- Si hijo, sí, con las alitas. Anda, sigue a tu madre.
- ¡Yo no soy la madre!
Estocolmo
- ¿Seguro que están bien sus amigos?
- Sí, no se preocupe.
- ¿Y esto es así siempre?
- El pan de cada día.
- Pero, ¿no se hacen daño?
- A veces, pero nunca nada importante.
- Se oyen muchos gritos.
- Tranquilo, deje que se desfoguen. Luego estarán como la seda.
- ¿De verdad que no deberíamos intervenir?
- No. Terminarán de pelearse en cinco minutos más a lo sumo.
- Ahm.
- Pues a mí la cocina me gusta mucho.
- Fue diseñada por el antiguo dueño.
- Pues tenía muy buen gusto. Es preciosa.
- Esos golpes suenan muy fuertes.
- Es que Hariel a veces no controla su fuerza.
- ¿Y al señor Sameveel no le importa?
- Sabe defenderse.
- Ahm.
- ¿Y cómo dices que se llama la diseñadora?
San Francisco
- ¿Te sigue doliendo mucho el pie?
- Se va pasando.
- ¿Quieres que te apriete la venda o algo?
- Tranquilo, Vasariah, estoy bien.
- Eres a veces más frágil que los humanos.
- Lo que tiene pasar tantos años en la Tierra. La regeneración cada vez es más lenta.
- Pues deberías tener más cuidado entonces. Esa caída podía haberte hecho mucho daño.
- Eso díselo a Sameveel, fue él quien dijo que saltásemos.
- No pensé que te fueras a romper cual galleta de jengibre, muñequita de porcelana.
- Tú céntrate en seguir llevándome y cierra la boca.
- Sam, si te cansas de llevarle me lo pasas y le llevo yo un rato.
- No, Vasariah, que se fastidie y que me lleve él. Una especie de pago por ser el culpable de mi lesión.
- Ay, pobre princesita, que en vez de perder el zapatito de cristal ha perdido el pie enter… ¡Ay! ¡No me
pellizques!
- Pues cállate.
- ¿Quieres que te lleve mejor en brazos?
- A tu espalda estoy bien, gracias.
- Tus agradecimientos cada vez suenan más sibilinos. Vas aprendiendo, angelito.
- Chicos, ¿falta mucho?
- Unas tres calles.
- ¿Ya estás cansado, Vasi?
- Son muchas cuestas.
- La verdad es que sí, ni que fuéramos a vivir en una torre vigía.
- Si cada vez que tengamos que salir de casa hay que subir tantas cuestas a mí ya no me gusta la casa, y eso que aún no la hemos visto.
- Además, la ciudad tampoco es tan bonita.
- ¿Y has visto a la gente? No me acaban de convencer.
- Y el precio que piden por ella es desorbitado.
- Eso, que no es un puto palacio, joder.
- ¿Y si nos volvemos a Europa?
- Me gusta esa idea.
- Pues nada, de vuelta al hotel entonces.
- ¿Y para el hotel queda mucho?
- Dos cuesta más mínimo.
- Vaya…
Madrid
- Y si me seguís, os enseñaré el baño. Es un poco pequeño, pero muy funcional.
- No me diga. Está recién reformado, ¿verdad?
- Exacto.
- Por la puta abuela del dueño, por lo que veo.
- No empieces, Sam…
- Es horterísimo, no me gusta.
- ¿Tienes que sacar defectos a todos los malditos baños?
- A los que son feos sí.
- Bueno, si no les acaba de gustar, también vendemos un piso en el edificio de enfrente.
- No, tranquilo, si nos vamos a quedar con este.
- Espera, ¿qué?
- Que nos quedamos con esta casa.
- Pero si acabo de decir que el baño no me gusta.
- No te gusta ningún baño.
- Nos quedamos con la casa.
- Lo haces solo por joderme, ¿verdad?
- Exacto.
- No pienso consentir otra pelea, así que ya os estáis calmando los dos.
- Nos quedamos con esta.
- No, no le haga ni caso, esta casa es una mierda. Enséñenos la de enfrente.
- Cierra la boca, Sameveel, la casa la compro yo así que yo la elijo.
- Pues yo en esta casa no me quedo.
- Pues te fastidias, vamos a vivir aquí.
- ¿Necesitáis unos minutos para pensároslo, mejor?
- Sí.
- Que no, que no hay nada que pensar, nos la quedamos, es un hecho.
- Hariel deja de comportarte como un jodido niño malcriad… ¿y por qué siempre que no tienes la razón tienes que sacar la petaca para convencerme? A eso se le llama tortura, te pienso denunciar.
- ¡Pues cierra la boca y no la sacar…! ¡Ay!
- ¡Ey! ¿Y eso a qué ha venido?
- ¡Qué me tenéis harto!
- Pues no hace falta que nos pegases para decir eso.
- ¡Se acabó! La casa a mí me gusta, así que Sameveel, cállate.
- ¿Ves? Los ángeles sabemos lo que es mejor.
- Cierra la boca, Hariel, que a veces eres peor que él.
- ¡Virtud!
- ¡Ja!
- Entonces, ¿comenzamos los papeles de esta o la de enfrente?
- De esta, de esta.
- Yo sigo pensando que la casa es horrible.
- Cállate, cataboligne.
- Y encima es pequeña.
- ¡Sameveel!
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