De pronto paramos y ambos nos quedamos viendo las escaleras que se extendían frente a nosotros.
No es que fueran muy altas, ni muy inclinadas… simplemente eran escaleras.
Resopló a mi espalda, y tras maldecir casi a voz en grito, pegó una patada al suelo y se separó un poco. La verdad es que se notaba que no estaba muy acostumbrado a salir conmigo.
Bueno, a salir en general.
Sonreí, intentando mantener la calma y gire el torso, buscándole con la mirada:
- No te preocupes, podemos ir por otra calle.
- No, joder, este es el puto camino más corto, paso de dar un rodeo.
- Ya… bueno… pero es que por aquí no podemos pasar.
- ¿Te crees que no me he dado cuenta?
Suspiré y volví a acomodarme. Escuché perfectamente como murmuró algo entre dientes y volvió a patear a la nada antes de caminar para colocarse a mi lado.
Le miré de reojo y sonreí muy ligeramente. Incluso así, completamente desesperado, era muy guapo. Me mordí el labio inferior y volví a dirigir mis ojos a las escaleras:
- ¿No te exaspera esto?
- Te acostumbras.
- Yo no podría.
- No he dicho que sea fácil.
- Joder, Tavros, no hables como si fueras un profesor, o peor aún, como una madre.
- No, Karkat, hablo como alguien más mayor que tú.
- No me toques los huevos, si te vas a poner así me marcho.
- Lo siento…
- ¡Pero ahora no me pidas perdón!
Cerré los ojos y me encogí sobre mí mismo cuando me grito. La verdad es que me costaba habituarme al hecho de que su tono de voz siempre fuera tan elevado y tan… ¿directo? Por llamarlo de una forma amable.
Que Vriska gritara era una cosa, pero Karkat era un caso aparte.
Aunque había una cosa que adoraba de que siempre acabase gritándome. Si notaba que me había asustado, dejaba “casualmente” que su mano rozase la mía. Y a veces, entrelazaba nuestros dedos en una pequeña disculpa.
Sonreí y me relaje mientras acariciaba la palma de su mano distraído:
- También podemos pedir a alguien que pase por aquí que te ayude a llevar la silla arriba.
- Pff, para eso te subo yo.
- ¿Piensas subir la silla tu solo?- le pregunté girándome incrédulo hacia él.
- Serás idiota… Primero te subo a ti, te dejo sentado en un banco, y luego ya subo la silla.
No pude evitar mirarle discretamente los brazos. Debajo de esa sudadera no es que fueran muy fuertes. Apreté los labios y me encogí de hombros, tenía que darle una oportunidad:
- Bueno, si te ves capaz de ello me parece una buena idea.
- Cierra la puta boca.
Caminó hasta ponerse frente a mí y se quedó pensativo unos segundos, arrancándome una sonrisa ladina, algo divertida. Aunque no me dio tiempo a decirle nada, ya que pasó sus manos bajo mis axilas e hizo el intento de levantarme.
Cosa que quedó solo en eso, en intento:
- Ehm… ¿Karkat?
- ¿Qué?
- ¿Y si pruebas a llevarme a caballito?
- ¿Qué dices?
- Que intentes llevarme a tu espalda, quizás te resulte más fácil.
No desistió enseguida, se tomó su tiempo en volver a dejarme sobre la silla y girarse. Hice rechinar los dientes, conteniendo una risita, y me abracé a su cuello, dejando mi peso sobre sus omóplatos, y permitiendo que volviera a intentar levantarme.
Bueno, esta vez consiguió sostenerme durante varios segundos.
Noté como mis mejillas se coloreaba un poco al notar la mirada de varios transeúntes sobre nosotros. La verdad es que estaba un poco mimado, ya que tanto Vriska, como Eridan y Gamzee, tenían la fuerza suficiente como para poder levantarme. Pero Karkat… no es que hiciera mucho ejercicio físico normalmente:
- ¡¿Qué mierda miráis?!
- Karkat…
- ¡¿Y tú qué quieres ahora?!
- Deja de gritarle a la gente y pone en la silla.
Resopló, y noté como se contuvo de gritar alguna cosa más, antes de volver a dejarme sentado. Tenía las mejillas encendidas y apretaba los dientes frustrado. Verle así me arrancó una sonrisa, así que me apoyé en los reposabrazos y me incliné hacia él, besando la comisura de sus labios con dulzura:
- Déjalo, no importa si no vamos por este camino.
- Ya te he dicho antes que paso dar un puto rodeo.
- No es un rodeo, es que si vamos por la calle paralela hay una heladería, y tengo antojo de un helado de fresa.
Se cruzó de brazos y me miró de arriba abajo. Sabía de sobra que solo era una excusa vana para no tener que enfrentarnos a las escaleras, pero aún así chasqueó la lengua y volvió a colocarse tras de mí:
- Vale, pero solo porque yo también tengo ganas de un helado.
- Perfecto.
- Pero invitas tú.
Reí bajito y asentí mientras volvíamos a ponernos en camino.
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