Palabra : Mañanas

Lo primero que escucho en cuanto mi consciencia vuelve a la realidad es tu risa. Te noto echar algo sobre mí, es ligero, suave, y huele muy bien. Contienes el aliento durante unos segundos al darte cuenta de que ya estoy despierto, pero eso solo consigue que rías aún más y termines de verter sobre mí lo que sea con lo que estás cubriéndome.

De pronto te sientas al lado de mío y me zarandeas, moviendo entusiasta mi hombro derecho, intentando contener las miles de carcajadas que se esconden tras tus labios:

- ¡Capitán! ¡Capitán Peter Pan! ¡Despierta!

Curvo mi boca en una sonrisa divertida y abro los ojos, como sobresaltado, como si en verdad hubiera estado sumido en un profundo sueño y me hubiesen sacado a la superficie de golpe:

- ¡Wendy! ¿Qué ha sucedid…?

Pero mi pregunta muere al verme totalmente cubierto de miles de pétalos de numerosas flores. Hay pétalos largos y olorosos, algunos pequeñitos como gotas de lluvia, hay rosas, azules, violetas…

- Mira lo que nos han traído las hadas, Peter ¡Una lluvia de flores!

Me acabo de enderezar y me quedo mirando la cama embobado durante unos segundos, intentando que esa imagen que se extiende ante mí quede grabada en mi mente para siempre. Me giro y te veo, de rodillas a mi lado, sonriendo emocionada, como una niña antes de abrir sus regalos de cumpleaños.

Solamente me da tiempo a mover los labios, susurrando sin voz un “Je t’aime”, porque de repente te da un arranque de amor y te lanzas encima de mí, haciendo que ambos rodemos sobre la colcha llena de pétalos, riendo como dos niños mientras nos llenamos las caras de besos.

.-.-.-.-.

Giro en la cama y noto que el lado derecho de esta está frío. Abro los ojos despacio, acostumbrándome a la luz del amanecer que entra a raudales por la ventana y te busco con la mirada.

Aunque antes de que esto suceda, un beso contra mi oreja izquierda provoca que cierre los ojos de nuevo, disfrutando de la sensación que tus labios sobre mi piel producen.

Vuelvo a girar para poder mirar cómo te vistes despacio, como si fueras ralentizado por el mero hecho de que sabes que adoro verte. Eres una escultura en movimiento, hecha única y exclusivamente para mí.

Al terminar te sientas en el borde de la cama y acaricias mi rostro, obligándome a suspirar:

- ¿En serio que es necesario que vayas?- pregunto, por mucho que sepa la respuesta de antemano.

Solo asientes, sonriendo de lado, antes de volver a inclinarte sobre mí y regalarme el último beso, uno largo, hambriento, de esos que te dejan sin aliento.

Dejas escapar una risita entre dientes al ver la cara que se me ha quedado y te levantas, colocándote el sombrero que te identifica como agente secreto:

- Mañana en la noche viene Ferb a cenar y preparare sopa de marisco, con remolachas fritas. Podrías venir, si tienes tiempo. Ya sabes, nunca me importa el poner un plato más. Y si ves que se hace muy tarde, te quedas a dormir. No molestas, y eso…

Suspiras y contienes otra risita. Sé que hablo demasiado, pero es por compensación, tú no hablas casi nunca y yo lo hago por los dos.

Te acercas a la puerta, terminando de colocarte la gabardina y el sombrero, antes de girar tu rostro una vez más y guiñarme un ojo, para después desaparecer por el marco de esta.

- Maldito seas, Perry el Ornitorrinco…- digo en un susurro mientras vuelvo a cerrar los ojos.

 .-.-.-.-.

 - Vaaaaa, vengaaaa, porfaaaaa, quedateeee

Te oigo suspirar ante mis súplicas y eso hace que ría un poquito:

- No y no. Además, Alfred dijo que vendría a recogerme a las 7 para llevarme a clase.

- ¿Y? Joooo, podemos decir que te has puesto enfermo y te quedas en la cama conmigo.

- Claro, ¿y tú? Max va a subir de un momento a otro para decirte que te prepares para ir al colegio.

- ¡No podrá, porque yo también me habré puesto enfermo! ¡Y nos quedaremos juntos todo el día en la cama!

Esta vez eres tú el que ríe, haciendo que mi sonrisa se ensanche aún más:

- Venga, Bart, levántate y comienza a vestirte, que no tardas nada… literalmente.

- ¡No quiero!

- Pero, ¿por qué?

- Porque quiero quedarme contigo…- digo poniendo morritos.

Eso te desarma al completo… je… ya lo sabía.

Suspiras y dejas la mochila en el suelo antes de venir a la cama de nuevo y revolverme el cabello:

- Hagamos un trato, Imp.- comienzas mientras te sientas a mi lado.- Si vas a clase hoy y haces todos los deberes, mañana vengo otra vez a dormir contigo.

Vale, eso no me lo esperaba ¡Pero me encanta la idea!

Me levanto y en cinco segundos ya estoy arreglado y listo para salir, cosa que provoca que estalles en carcajadas:

- Supongo que eso es un “sí”, ¿verdad?

Como toda respuesta, corro a velocidad normal hasta ti, acomodándome entre tus piernas para poder besar divertido tus labios.

.-.-.-.-.
Te crees que tienes el poder sobre mí. Y la verdad es que me gusta que lo creas.

Llevamos toda la noche rodando por la cama, levantándonos y siguiendo nuestra lucha en el suelo, contra las paredes, sobre el tocador, apoyados en la puerta.

Nos hemos besado, acariciado, sí, pero también golpeado, arañado, mordido. Nuestras sangres mezcladas pintan todo el dormitorio, incluso alguna salpicadura ha llegado al techo seguro.

De pronto ríes y te tumbas encima de mí, lamiendo distraídamente un chorretón de sangre que cubre mi cuello:

- ¿Ya te has cansado, Jay?

- No… solo estoy esperando a que recuperes el aliento para girarte y meterla hasta el fondo.

Aquel comentario me hace reír. De donde yo provengo no es que las cosas se digan así, tan… ¿directas?

- Maleducado…- murmuro mientras te doy un sonoro cachete en el trasero, provocando que rías por lo bajo y vuelvas a morderme, arrancándome un gemido.

Arqueo la espalda gozoso y permito que te diviertas abriéndome más heridas por todo el cuello y clavícula.

Al final cumples tu amenaza. Al cabo de unos minutos me giras de pronto, y sin prepararme ni nada, comienzas a penetrarme, haciendo que nuestros jadeos inunden el dormitorio.

Si yo quisiera, me daría la vuelta de golpe. Agarraría tu pene con ambas manos y lo desollaría. Después cortaría tu cuerpo y vertería sangre en las heridas. Por último, sería yo quien te estaría dando por detrás.

Pero me gusta ver cómo te crees con poder sobre mí. Piensas que en verdad estoy totalmente a tu merced. Nada más lejos de la realidad.

.-.-.-.-.

 ¿Te imaginas que nos vemos?

No sé, muchas veces me suelo quedar embobado, con mis propios pensamientos, dándole vueltas a esa misma idea.

Sí, bueno, no es tan descabellado el poder vernos, pero aún así… es simplemente esa pregunta, y no cualquier otra, ninguna otra variación de la misma, la que ronda por mi cabeza en innumerables ocasiones.

Pero es que en mañanas como esta, no sé, el pensar en cosas así es como más propicio.

¿Te imaginas que nos vemos?

Uff… no sé tú, pero a mí se me ocurren mil cosas que poder hacer juntos.

La mayoría son tonterías, de esas que se pueden hacer normalmente con cualquiera. Pero la diferencia es que tú y yo no estamos juntos nunca. Y el poder realizar cualquier estupidez, sea como sea de nimia, juntos, hombro contra hombro… ay… no sé… es como emocionante.

Aunque… claro… luego hay otras cosas que se me ocurren… que ya no son tan banales…

¿Ves? A veces, cuando las pienso, incluso me entra la risa floja.

No quiero que pienses nada raro… demasiado raro… de mí. Pero solo piénsalo un momento.

¿Te imaginas que nos vemos…

… y lo primero que hago es lanzarme a tus brazos, haciendo que nuestros labios se encuentren?

Menuda tontería, ¿verdad?

Mayormente porque no solo haría eso. Te besaría nada más verte, eso sí… pero después te empujaría contra alguna pared y me apoyaría contra ti, jugueteando con los pequeños pelitos que cubren tu nuca. Tras eso, seguro que acariciarías mi cintura, girándome para que fuera yo quien acabara contra la pared. Entonces subiría mis manos y las enredaría entre tus cabellos, dejando que tu boca bajase a mi cuello y lo mordisqueara, haciendo que, inconscientemente, moviera las caderas para pegarlas a las tuyas. Jadearías contra mi humedecida piel, y yo gemiría entre dientes, cerrando los ojos, disfrutando de la sensación…

Dirk, ¿te imaginas que nos vemos?

.-.-.-.-.

 - Mierda… joder… ¡Yago! ¡Chucho, coño, despierta!

Típicas palabras de amor que me dices por las mañanas.

Gruño un poco entre dientes e intento poder seguir durmiendo, pero la hostia que me pegas con… con yo que sé… en la cabeza, es suficiente para que me gire y medio abra los ojos:

- Ay… ¿y ahora qué pas…?

- Nos hemos quedado dormidos, joder, y mi madre no sabía que esta noche me quedaba contigo.

Mierda. Ok, alerta roja, todos en pie.

Me levanto corriendo y comienzo a buscar mi ropa por el suelo mientras terminas de abrocharte el sujetador y te pones la camiseta.

En cuanto me calzo las botas, tú ya estás al lado de la moto esperándome con los brazos cruzados:

- ¡Venga, joder! ¡Eres más lento que el caballo del malo!

- ¡Voy! Espera… ¿y mis llaves?

- ¡Qué las tengo yo! ¡Yago, date prisa!

- ¡A sus órdenes!

Me recojo el pelo en una coleta y me subo en la moto, dejando que te acomodes tras de mí mientras arranco esta, saliendo a toda velocidad, llegando enseguida a la autopista.

Noto como te revuelves algo inquieta a mi espalda y tus manos agarran nerviosa la tela de mi camiseta. Suspiro y sonrío mientras acelero un poco:

- ¡Tranquila, no tardamos nada en llegar!

- ¿¡Qué!? ¡No te oigo!

Río. Joder, normal que no me escuches, si vamos a toda máquina por la carretera:

- ¡Qué te quiero!

Como toda respuesta noto como me pellizcas en el torso, arrancándome un quejidito… aunque después te acomodas, dejando tu rostro entre mis omoplatos.

Joder, ¿cómo puedes ser tan perfecta?

.-.-.-.-.

 Deben de ser pasadas las once cuando abro el ojo, aún medio adormilado. La luz entra a raudales a través de las cortinas. Vuelvo a cerrar los ojos y bostezo ruidosamente, maldiciendo al mismo tiempo el haber dormido tanto y el no poder seguir durmiendo un rato más.

Suspiro y comienzo a parpadear lentamente, intentando acostumbrarme a la luminosidad del día. La verdad es que no recuerdo ni lo que he soñado, pero he dormido tan jodidamente bien que no me importa mucho.

Me estiro un poco, provocando que algún huesecito por mi espalda cruja, haciendo que una sonrisita se dibuje en mi rostro antes de volver a acomodarme, por fin con los ojos bien abiertos.

Hace relativamente pronto que el buen tiempo hizo su llegada a estas tierras, pero ya es tan notable el cambio de temperaturas, que solo una ligera sábana cubre la cama.

Normalmente, cuando me acuesto, lo hago simplemente vestido con unos pantalones largos, blancos, de esos que se utilizan para ir a la playa. Pero claro, anoche fue una ocasión especial… y me encuentro totalmente desnudo.

Río pícaro, recordando los hechos de tan solo hace unas horas y me giro, quedándome embobado mirando tu espalda desnuda a mi lado.

Tu cabello cubre la almohada, y cae sobre el colchón y tus hombros a raudales. Algunos ricitos traviesos se enredan entre mis dedos y parece como si una enredadera color chocolate con leche naciese de tu cabeza:

- Tatyana… ¿estás despierta?- susurro, comprobando que aún duermes plácidamente.

Recorro tu cuerpo de arriba abajo, deleitándome con la imagen que tus caderas redondeadas, de tus nalgas firmes y tersas, tus piernas casi esculpidas por los propios dioses, me ofrecen.

Siempre fuiste la más bella de todos. Arjeta e Idriza son guapísimas, sí, e incluso la pequeña Milica… pero nada comparado contigo.

Debería levantarme, darme una ducha, y quizás ser algo caballeroso y prepararte el desayuno para llevártelo a la cama. Pero la idea de quedarme aquí, tumbado a tu lado, simplemente observándote dormir es demasiado tentadora.

Ni si quiera me hace falta verte el rostro, no me es necesario el que estés volteada hacia mí. Nunca me ha importado estar a tu espalda, escondido, solo mirándote en silencio.

Así que me acomodo de nuevo, dejando que mis dedos encuentren entretenimiento entre tus cabellos mientras mis ojos se fijan en tu desnudo cuerpo, recorriéndolo una y otra vez con una sonrisa bobalicona en los labios, esperando a que mi princesa despierte.

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