Chelo

No se está en silencio

Hay un sonido que reconozco demasiado bien

Alguien está tocando un instrumento

Son cuerdas frotadas

Un chelo

Suena muy bien

La música, porque eso es lo que está creando, se eleva y se difumina en el aire, muriendo justo antes de que una nueva melodía cobre vida

Las notas, cargadas de poderío, de pasión, de fuerza y encanto empañan mis oídos, provocándoles un placer extremo… y a la vez terror

Mi cuarto huele a hojas viejas, un olor que se impregna en cada molécula de mi cuerpo, y me acompaña a todas partes.

El ruido de la silla al arrastrarse, el ruido de mis pasos, el ruido de la puerta al abrirse, son infames insultos hacia la creación melódica de aquel instrumento de cuerdas que suena con fuerza en el salón

No hay casi luz, pero eso no es impedimento para el chelista, que sigue tocando a pesar de tener los ojos cerrados… ojos que se abren en cuanto se percatan de mi presencia en la habitación

La música cesa, y es remplazada por el sonido de nuestras respiraciones

Sonríe levemente y murmura unas palabras que conozco a la perfección

Un asentimiento por mi parte acaba por completar su sonrisa, provocando que deje con delicadeza el chelo y se levante a mi encuentro.

Sus manos, frías como el hielo, se posan en mi cuello y lo acarician con vehemencia antes de agarrarlo con fuerza y empujarme hacia otro de los cuartos.

Sus pasos son decisivos, al contario que los míos

Él aprovecha un tambaleo para arrojarme con furia contra la gran cama del cuarto, cortando momentáneamente mi respiración.

Antes de que me dé cuenta ya está sobre mí, destrozando mi ropa, arrancándomela con fuerza y tirándola al suelo, como si no fuese más que un estorbo para sus planes

Mira mi cuerpo desnudo complacido

Sus labios bajan hasta mi pálido cuello y lo muerden con rabia, deseando marcarme, una muestra más de que le pertenezco al completo

Una de sus manos ya ha bajado hasta mi vello más privado para tirar de él, en un intento de placer doloroso, que sé que él adora.

Sus dientes se vuelven a clavar en mi carne, esta vez en mi pecho, sobre donde se supone que debería de estar mi latente corazón, mordiendo con fuerza la carne, como esperando desprenderla de mi y poder ver ese supuesto órgano vital.

No para hasta que me hace sangrar

Ese líquido rojizo brillante capta su atención, y se separa de mí lo suficiente para poder verlo mejor.

Resbala por mi piel, dibujando un río carmesí hasta perderse entre las blancas sábanas que cubren el lecho

Tras haber disfrutado de ese escarlata espectáculo, vuelve a bajar hasta la herida sangrante para poder lamer, provocándome un temblor placentero en todo el cuerpo, aquella agua sagrada

Bebe con frenesí, mientras la mano enredada en mi vello púbico asciende hasta mi cuello, y clavándome las uñas dibuja cinco senderos paralelos de un color tan rojo como el río que ahora se desborda en su boca

Mis resecos labios se abren y cierran una y otra vez, dejando escapar incontables suspiros que son incapaces de retenerse en mi garganta

Siento como si mi cuerpo fuese atravesado por miles de agujas cuando él da el último sorbo antes de levantarse, dejando caer a propósito, un hilillo de sangre de la comisura de su boca

Se levanta con porte orgulloso, buscando con la mirada sus juguetes, esos que esconde de la vista humana hasta momentos exactos

Como este

La llama de la vela recién encendida hace que entrecierre mis ojos, protegiéndoles del fogonazo cegador

No los vuelvo a abrir hasta que no siento la cera caliente cayendo sobre mi piel, obligándome a tragar gritos de dolor entremezclados con suspiros cargados de placer

Aquel dolor ardiente vuelve a caer sobre la herida de mi pecho, para después caer en mi ombligo, más tarde en mi cuello, y por último, se abate sobre mi órgano despierto, arrancándome un grito

Sonríe complacido, los gritos le agradan

De un soplo, el fuego de la llama se desvanece como si de un suspiro se tratase, volviéndonos a sumir en la inmensa oscuridad

Una nueva orden susurra casi sin despegar los labios, sabedor de que mis oídos están siempre pendientes de sus mandatos

Me incorporo dolorido, colocándome a cuatro patas, sintiendo sus ojos poderosos y aplastantes sobre mí, para comenzar a deshacerme de su ropa con los dientes, justo como él desea que lo haga

La ropa va cayendo al suelo junto a la mía, confundiéndose con ella y la noche oscura, perdiéndose en el suelo sin importar nada

Pronto ya esta de nuevo sobre mí, llenándome de él dolorosamente, pendiente de que ambos disfrutemos, aunque no en la misma medida

Mis roncos gemidos se mezclan con los suyos, suaves y delicados como los de un adolescente, pero los suyos no son deliciosos al oído, sino amedrentadores, como si debajo de esa fachada de inocencia, como si bajo los suspiros placenteros de un amante se encontrase un dragón a punto de despertarse

La cera derretida, la sangre, las lágrimas, el sudor, la saliva y el líquido blancuzco vital para el final de esa escena se mezclan entre gemidos y gritos ahogados

Exhausto se acuesta a mi lado, acompasando su respiración a la mía antes de quedarse dormido, o eso es lo que desea que yo crea

No aguanto mucho tiempo tumbado en esa jaula de telas y calor humano.

Me levanto, enredando mi cuerpo con una de las sábanas manchadas de sangre, y tras ponerme las gafas salgo de nuevo al salón, donde comenzó todo el circo de esa noche

La oscuridad reina en la estancia, excepto por la luz de la luna, que entra por el gran ventanal, iluminando el chelo, aquel instrumento de cuerda que descansa sobre una silla en el centro de la sala

Camino hacia él y lo acaricio con delicadeza antes de sentarme tras él y tomarlo en silencio

Silencio que se rompe en cuanto el arco frota las cuerdas, provocando el llanto del chelo

No se está en silencio

Hay un sonido que reconozco demasiado bien

Se está tocando un instrumento

Son cuerdas frotadas

Un chelo

Suena muy bien

La música, porque eso es lo que está creando, se eleva y se difumina en el aire, muriendo justo antes de que una nueva melodía cobre vida

Las notas, cargadas de tristeza, de soledad, de añoranza y dolor empañan mis oídos, provocándoles un placer extremo... y a la vez terror

No hay comentarios:

Publicar un comentario