Y el día está nublado.
El sol no baña la ciudad con sus misericordiosos rayos. Las personas caminan bajo sus paraguas como si tuviesen demasiada prisa como para observar lo que sucede a su alrededor.
Las nubes se agrupan encapotando el cielo, dejando caer frías lágrimas, como las que poco a poco van ahogando a mi corazón.
Y no puedo hacer nada.
El viento que recorre hoy las calles no es más frío que el de alguno de mis suspiros.
Mi mirada se pierde entre el bosque de tejados que pueblan la ciudad. Una ciudad que parece que se haya vuelto gris.
¿Tú también contemplas desde la ventana de tu cuarto este espectáculo tan desolador?
Mi mano se levanta por inercia y se apoya en el helado cristal antes de que mi garganta descargue los sollozos que llevan días intentando salir al exterior.
Porque hoy ya no puedo más.
Porque no estas a mi lado contemplando nuestro cielo.
Las nubes descargan con rabia todo su contenido sobre la poli que se levanta a mis pies.
Por desgracia, el cielo llora por nosotras.
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