Me llamo América


El día que comenzó todo estaba lloviendo

Era una lluvia fría, de esas que siempre van acompañadas de viento y nubes oscuras que hacen que el día se torne negro

Mamá nos lo había advertido, debíamos tener cuidado, no separarnos nunca de los adultos y que ni se nos ocurriera acercarnos a ningún desconocido

Una ola se asesinatos muy sangrientos se estaban dando lugar por toda la ciudad y los alrededores.

Unos decían que era del mercado negro de órganos, otros que eran una red de snuff movies, otros que simplemente eran unos locos… nadie sabía a ciencia cierta que estaba pasando en realidad, solamente que se encontraban cadáveres mutilados cada semana.

Ana y yo bajamos junto su madre al parque que estaba cerca de la heladería a jugar un poco, a que nos diera el aire y disfrutásemos un poco de una tarde veraniega tan apacible.

Pronto saltar a la comba y columpiarnos se volvió aburrido y decidimos aventurarnos un poco y jugar al escondite, aquello no era nada malo, ¿no?

Bueno, durante unos momentos los mayores no nos verían, pero solo estábamos jugando, ¿qué tenía de malo?

Por un ratito que estuvieses escondidas detrás de un árbol, una papelera o bajo un banco no nos pasaría nada malo, porque a nosotras no nos podía suceder eso.

Dentro de un portal estaba escondida, atenta a escucharla venir hacia mí y salir corriendo para salvarme, cuando un chico se paró en la acera dentro de un coche y bajó la ventanilla.

Me preguntó que si cerca de allí estaba la estación, pobrecillo, no era de por aquí, seguramente se habría perdido

Aquellos fueron mis pensamientos cuando salí de mi escondrijo y me acercaba hacia el coche

Un hombre tan amable que pregunta por una dirección no puede ser un asesino, no tengo de que preocuparme…

Pero antes de que me diera cuenta ya estaba dentro del automóvil y sin que ni siquiera me diera tiempo para poder gritar o intentar escaparme, un pañuelo con cloroformo acabó aprisionándome la nariz y la boca hasta que caí dormida en brazos de un completo desconocido.

Al despertarme estaba encerrada en lo que en otro tiempo había sido el despacho de algún empresario, pero que ahora era un cuarto más en aquella nave abandonada.

Tenía el cuerpo entumecido, era como si estuviera atada con cuerdas invisibles, era incapaz de poder moverme.

El pánico se instaló en mi pecho, sentía como me costaba respirar, mis ojos se humedecían y todo me daba vueltas

Quería irme con mi mamá

Al lado de ella no pasaría nada

Quería irme a mi casa

Entonces la puerta se abrió de golpe y pasaron tres hombres con las caras tapadas gracias a pasamontañas y cascos de motos, cargados con los instrumentos más aterradores que nunca hubiera imaginado

Cuchillos de carnicero, motosierras, palancas, martillos, ganchos…

Eso era una pesadilla, me quería despertar y correr a meterme en la cama de mis padres

Comencé a llorar a pleno pulmón, y ellos solamente se rieron y comenzaron a colocar las cosas

Mi cuerpo iba recobrando las fuerzas, pero no llegaría a tiempo como para poder escapar, además… ¿qué podría hacer una niña de seis años contra tres hombres hechos y derechos armados?

Estaba muerta de miedo, temblaba de una manera considerable y las lágrimas nublaban mi vista

Creo que incluso me hice pis encima

Aquellos eran los asesinos de la ciudad

Me iban a matar

Yo no quería morir

¡QUERÍA IRME CON MI MAMÁ!

Todo estaba preparado, iban a empezar

El más bajito de los tres se acercó a mí y me cogió en brazos, llevándome hacia la mesa que descansaba en medio de la estancia… cuando cometí el mayor error de mi vida

¿O fue realmente un maravilloso milagro?

Les supliqué que me dejaran libre… y yo les traería a otra chica

Si me soltaban, les llevaría una chica igual que yo

Ellos se miraron y hablaron un poco entre ellos, hasta que el más corpulento de los tres se quitó el casco de moto y me ofreció una tierna sonrisa

El trato estaba hecho

Me dejaron justo en el mismo lugar donde me habían recogido horas antes

Mis piernas amenazaban con fallarme mientras andaba, y todo el tiempo pensaba que de un momento a otro me iba a caer de boca.

Aquella noche mi mamá me castigó severamente por haberme escapado de esa manera, que la había preocupado mucho, que me prohibía volver a salir al parque por la tarde durante una semana… pero realmente yo no estaba prestando atención

Me habían dicho que en dos días me encontrarían y tendría que entregarles a mi sustituta, o si no, me matarían a mí

¿Qué iba a hacer yo?

Las noches me las pasaba en vela, cubierta totalmente con la sábana, tenía miedo incluso de ir baño sola, cualquier ruido mínimamente más fuerte de lo normal me arrancaba el llanto… me estaba volviendo loca

Entonces, el jueves, mi pesadilla se hizo realidad

Al otro lado de la valla del colegio, estaba su coche, y los tres hombres salieron de este para saludarme alegremente, como si fuesen unos tíos lejanos que venían a visitarme

Nuevamente me hice pis encima

Tenía que entregarles a alguien, daba igual quien fuera, tenía que darles a alguien…

El recreo estaba apunto de acabar, debía hacerlo rápido…

… y Ana estaba a mi lado

La cogí de la mano y le dije muy feliz que le tenía que enseñar algo súper especial

A los seis años, cuando alguien te decía eso, no bastaba nada más, le seguías sin preguntar nada… porque confias en todos

Porque Ana era mi mejor amiga

Porque Ana confiaba en mí

Conseguimos escaparnos del patio del recreo justo cuando el timbre sonó, y caminamos a ellos como si lo que nos aguardaba junto a aquel coche fuese mejor que los regalos de navidad bajo el árbol

El proceso del pañuelo se volvió a repetir, pero cuando desperté no tenía el cuerpo entumecido ni me encontraba en ese despacho.

El bajito de los hombres me tenía entre sus brazos, esperando a que me despertara

Grité y me levanté corriendo, provocando la risa de los tres, que estaban sentados a mis lados, comportándose como si fuésemos una familia a punto de cenar.

Ana estaba tirada en el suelo, solamente con sus braguitas puestas… mojadas, al igual que las mías…

Me miraba desconcertada, y era como si su cuerpo pesara tanto que no podía moverse

Me giré y les miré a los ojos sin saber que hacer… cuando el que parecía el jefe de ellos me puso un casco de moto en la cabeza y me entregaron una motosierra

Porque yo era la mejor amiga de Ana

Porque yo sabía que Ana confiaba en mí sobre todas las cosas

Porque yo iba a matar a Ana

Me indicaron como se ponía en marcha y se acomodaron para presenciar aquel precioso espectáculo

Ana comenzó a chillar cuando levanté el arma contra ella

Tardé mucho tiempo en descuartizarla del todo, ya que por las miles de lágrimas que cubrían mi rostro y empañaban mis ojos no podía ver bien…

Por fin apagué la motosierra y la dejé caer al suelo, les escuché gritar llenos de júbilo “¡Dios bendiga a América!”

Esa frase la han seguido repitiendo con el paso de los años, como si fuese algo que me reconfortara tras cada asesinato

Tras abandonar el cuerpo de Ana en el parque infantil del barrio, me llevaron a una gran casa que tenían en el centro de la ciudad, me bañaron, me dieron ropa limpia y me acostaron en una gran cama mullida

Me había convertido en la princesa de los asesinos en serie

Ellos han cuidado de mi desde entonces, complaciendo todos mis caprichos, mimándome como si fuera su hija, y fingiendo que los cuatro somos una gran familia feliz, que en vez de descuartizar a gente por diversión, matamos a un cerdo para la comida

¿Quién en su sano juicio iba a sospechar que una niña de no más de diez años iba a ser miembro de uno de los grupos de asesinos más mortíferos del país?

Por supuesto, ya no soy una niña, he crecido… pero aún así, no me pueden implicar… según la policía ya he muerto, ¿verdad?

Hoy está lloviendo, una gran ayuda a la hora de dejar el cadáver, ya que el agua borrará nuestras huellas.

Antes de volver a casa cojo el monedero y voy al supermercado a por algunos útiles para la casa

En la entrada de este hay una mujer mayor llevando las bolsas de la compra hacia el coche, así que me acerco a ella y la ayudo a transportarlas bajo la lluvia

Ella sonríe agradecida y me pregunta por mi nombre

Yo solo sonrío y me encojo de hombros antes de despedirme y caminar hacia el mercado

Hace mucho tiempo que olvidé como me llamaba

Supongo que desde la muerte de Ana nunca he vuelto a recordarlo

Ahora mi nombre es otro muy distinto

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