
El viento frío azotaba mi cara y desordenaba mis cabellos.
Ya no me quedaban más lágrimas que derramar. Me sentía tan vacío que si gritara dentro de mi ser, escucharía mi propio eco. Aquella sensación, era por un lado reconfortante, ya que no sentía más el tortuoso abandono tras su muerte. Pero también era abrumador, y sentía que algo me estaba oprimiendo el pecho con fuerza, aunque no sentía ni el más asomo de dolor.
Fátima, una compañera de trabajo, me vio a lo lejos, y se acercó corriendo para sentarse a mi lado:
- ¿Qué te pasa, Erik?
- Acabo de volver del funeral de...- era incapaz de pronunciar su nombre.
- ¿La persona que te gustaba?- murmuró
Solamente asentí y escuché su pésame antes de cerrar los ojos y respirar hondo.
Al volver a abrirlos me encontré con la mirada compasiva de Fátima. Le dediqué una débil sonrisa y ella me cogió la mano en señal de apoyo:
- No te puedes imaginar cuanto amor le di.- susurré.- Pero todo era demasiado complicado y no podíamos estar juntos.
Ella meramente asintió y nos quedamos en silencio.
La opresión en el pecho se fue haciendo cada vez más insoportable. Era como si aún me quedara algún peso del que tuviera que deshacerme, pero no sabía el qué.
- ¿Eras todo suyo?- me preguntó de pronto
- Por supuesto
- Entonces fue la chica más feliz del mundo.
- No.- contesté yo
Fátima me miró extrañada. Entonces yo me levanté y comencé a caminar:
- Se llamaba Iván
En cuanto su nombre salió de entre mis labios, una sonrisa bien grande se dibujó en mi rostro y aquella opresión desapareció.
No hay comentarios:
Publicar un comentario