Casa

Las primeras navidades fueron las peores.

Cuando llegué a la estación, mi madre se acercó a darme un abrazo, seco y frío… papá solo me revolvió los cabellos, y tras depositarme un beso en la frente, recogió mi baúl.

No decían nada, aseguraban que no importaba que estuviese en Slytherin, que era una casa como otra cualquiera y que seguían sintiéndose orgullosos de mí.

Yo sabía que no era así, me demostraban día tras día que les había decepcionado.

Pero nada de eso fue comparado a la reunión anual de los Weasley. Durante el Solsticio de Diciembre, la familia al completo se reúne en la Madriguera, y se celebra todo el día y toda la noche.

Solo mis primos Louis y Fred parecían no preocuparse en absoluto sobre la elección que el Sombrero Seleccionador había elegido para mí.

El regreso a Hogwarts fue para mí como si me estuvieran llevando a la cárcel.

Notaba que si todo lo que estaba pasándo fuera culpa mía. Que había ido a Slytherin en vez de Gryffindor por alguna cosa malvada que había hecho en el pasado. Que todo eso que sentía me lo había buscado yo solito.

Yo era malvado y me merecía estar donde estaba.

Cuando estuve de nuevo en la cama de los dormitorios de Slytherin, me eché a llorar. No entendía nada de lo que sucedía, y lo único que notaba era constantemente ese desespero y culpabilidad en mi pecho.

No aguanté mucho rato arropado bajo esas suaves y cálidas mantas. Sentía que me agobiaba.

Así que me puse la bata y las zapatillas y bajé a la sala común.

Gracias a Merlín que estaba vacía. Me hice un ovillito sobre el sofá de cuero negro que descansaba frente a la chimenea, a esas horas apagada, y lloré aún más alto de lo que había hecho en la habitación:

- Eres un llorica.

Aquella voz a mi espalda me sobresaltó, y del susto caí al suelo:

- Y encima torpe.

Me puse corriendo las gafas y cuando logré enfocar la vista, me sonrojé al ver quien me estaba hablando.

No lo entendía aún, pero Scorpius Malfoy imponía demasiado, tanto, que cuando estaba cerca de él el nerviosismo me impedía hablar con claridad y acababa tartamudeando:

- ¿Qué haces aquí?- logré preguntar mientras me levantaba.

- Es que tus lloriqueos no me dejaban dormir, y pensé en bajar a la sala… pero que casualidad que tus pucheritos de bebé también estén aquí.

Bajé la mirada azorado, y una nueva lágrima se deslizó por mi mejilla sonrojada:

- Lo siento…

Él solo suspiró antes de dejarse caer estrepitosamente sobre el sofá. Era raro, pero a pesar de comportarse con la naturalidad con que uno se comportaría en su casa, siempre parecía que estaba elegante, hiciese lo que hiciese.

Como un príncipe.

- Y, ¿se puede saber a que viene tanto lloriqueo?

- Me vas a pegar si te lo digo.

- Ni que fuera un maltratador.

- A veces lo pareces.

- Mira, no te pases.

- Lo siento.

- ¿Pero me lo cuentas o no?

- Es que me darás un capón fijo…

- Mira, enano, o me lo cuentas o te pego.

- ¡Eso se llama abuso!- exclamé mientras me sentaba a su lado, secándome las lágrimas y colocándome bien las gafas.

- Será lo que sea, pero cuéntamelo de una vez.

- Es… sobre….- murmuré mientras subía las piernas y las abrazaba, enterrando mi rostro entre ellas.- El estar… en esta… casa…

- Vamos, que no quieres estar en Slytherin.- sentenció.

Yo negué débilmente, y me puse a llorar otra vez. No aguantaba esa presión constante. Notaba como si todos los ojos me mirasen y me señalaran acusatoriamente:

- ¿Y no quieres estar aquí por…?

- Todos dicen que es la peor casa…

- ¿Y quienes son todos?

- … mi familia.

- Pues tu familia es estúpida.

Levanté la vista empañada corriendo, quedándome totalmente sorprendido ante tal acusación:

- Esto es Hogwarts, la escuela de magia más importante del mundo. ¿Qué más da en que casa estés?- mientras hablaba se iba acercando más a mí.- Es decir, tienes el privilegio de estar aquí. No solo eso, además tienes unas notas altísimas, y por si fuera poco, te encuentras en la casa que tiene la sala común más bonita de todas.- levantó una mano, y tras quitarme las gafas, me secó las lágrimas con la manga de su pijama.

Yo cerré los ojos, calmado, concentrándome en su voz. Las cosas que decía no eran tan descabelladas:

- Pero siento que les he decepcionado.

- Pues demuéstrales que no es así, que vales mucho. Lucha con todas tus fuerzas y deja a todos boquiabiertos cuando consigas que Slytherin sea la ganadora de la Copa de la Casa.

Nuevamente me puso las gafas y pude volver a mirarle a los ojos. Eran tan profundos… y totalmente sinceros.

No pude evitar sonrojarme, tenía tantísima razón que me sentía estúpido a su lado:

- Enséñales de qué material estás hecho, y no te dejes nunca vencer.

Suspiré, y asentí, notando como esa angustia que había sentido desde el primer día de clases se iba evaporando poco a poco. Scorpius me miraba sonriente y revolvió mis cabellos, como si hubiera bajado con el propósito de calmarme y lo hubiese conseguido:

- Malfoy…

- Dime.

- ¿Te importa pasar la noche aquí conmigo?

- Eres un bebé, ¿lo sabías?

- Lo sien… ¡ay!- no pude terminar mi disculpa ya que Scorpius me dio un fuerte capón en la nuca.- ¿Y ahora que he hecho?

- Deja de pedirme perdón por todo.- y tras decir eso, se tumbó en el sofá cómodamente.- Además, solo he dicho que eres un bebé, no que no me vaya a quedar contigo.

Y sonrió. Era la sonrisa más bonita que había visto nunca. Amplia, reluciente, y muy cálida.

2 comentarios:

  1. Aaaaaawwwwww ME ENCAAAAAAAANTAAA! :D
    Es genial :3
    Además Malfoy dice exactamente lo que debería decir un Slytherin ("Enséñales de qué material estás hecho, y no te dejes nunca vencer")
    Muy bueno :)
    un beso!

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  2. <3 Malfoy es demasiado tierno, xo con clase. Me gusta.
    Tengo q decirlo... ¡Ravenclaw sigue siendo la mejor casa!

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