Cartas

Levanta la barbilla y se acaricia esos pequeños pelos que han crecido durante la noche bajo su labio inferior… porque ayer no estaban, ¿verdad?

Ladea la cabeza y la pone de mil maneras distintas para poder mirarse bien desde todos los ángulos.

Es una pequeña pelusilla negra muy suave, que hace que su aspecto deje de parecer el eterno adolescente que sigue pareciendo a pesar de cumplir ya los veinticinco.

Apaga la luz tras salir del servicio, y mientras se ajusta los boxer y revuelve su oscuro cabello, camina hasta la biblioteca y se sienta en el escritorio.

Abre el segundo cajón de la derecha y saca un pergamino. Encima de la mesa ya descansan la pluma y el tintero.

Querido Sirius:

Me acaba de salir barba.

Bueno, no es una barba como la de papá ni la del tío, es como si me hubieran puesto un poco de pelo de bebé en la barbilla.

Es raro, me veo muy mayor.

No sé si dejarla crecer y empezar a cuidármela o me la corto.

Quizás debería dejarla, ¿no crees?

Es decir, que casi voy a cumplir los treinta

Bueno, tengo veinticinco y sigo pareciendo de quince


Ósea, no sé si me quedaría mejor dejármela o no…

Ella siempre se ríe de mí diciéndome que tengo cara de niño bueno, que soy SU niño bueno, igual si me la dejo le gusta… o no

Estoy hecho un lío.

Tú al final te la dejaste, ¿verdad? Creo que sí.

Bueno, a un chucho como tú el pelo siempre le sienta de maravilla.

Ha tardado mucho en salirme, a ti ya en sexto te afeitabas, ¿no?

Creo que será interesante ir a comprar cuchillas para afeitar, igual es hasta divertido.

Tú siempre me decías que un hombre no es un hombre hasta que no aparece durante el desayuno con un papelito pegado en la herida de una mejilla.

Bien mirado, creo que me parezco a ti con ella.

Definitivamente me la quitaré, con un chucho en la familia es suficiente.

R. A. B.

Tras secarse la tinta enrolla la hoja y la prepara para ser enviada.

Saca del primer cajón un gran lazo rojo, y tras cortar el necesario, anuda con este la carta.

Listo.

Se levanta y va al dormitorio, no puede esperar a desayunar para enviarla.

Abre el buró y algunas de las cartas se caen al suelo. Algún día de estos debería ordenar la correspondencia, que por mucho que seguro su hermano tendría las cartas así, es muy molesto tener que recogerlas todas cada vez que se abre el mueble.

Miles de recuerdos, confesiones, temores, anhelos, sueños… se esconden en ese armario solo utilizado para la correspondencia de Regulus con su hermano.

Deja la carta y cierra la compuerta:

- Creo que ya es hora de dejar de escribirle.

Una mano se apoya en su hombro y le obliga a reclinarse un poco, dejando el peso apoyado en el pecho de su prima Deneb:

- Tú tiras las cartas al agua, yo por lo menos las guardo.

- Touché.

Ambos ríen un poco y se acaban de colocar para que la mujer pueda abrazarle por la espalda, aspirando el aroma de sus lacios cabellos.

Es temprano y la cama sigue sin hacer. El sol claro entra a raudales por las ventanas y el murmullo del mar no demasiado lejano inunda el cuarto.

- Nunca me dejarás solo, ¿verdad?

- Jamás, ¿y tú a mí?

- No podría.

Gira la cabeza lo necesario como para encontrarse con el rostro de ella y se besan lentamente, disfrutando del sabor tan conocido de los labios del otro:

- Vamos a desayunar, si no el té se enfriará.

- Ya te he dicho que el té es para la tarde, para desayunar es mejor café o chocolate.- dice con una sonrisa divertida.

- Bah, tonterías, yo soy francesa, no pienso acostumbrarme a esas mariconadas inglesas.

Ríen y se cogen de la mano, entrelazando sus dedos, mientras comienzan a charlar animadamente, como cada mañana, mientras bajan a la cocina a desayunar.

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